Efraín Miranda, Poemas: E G, E Q, E RR, A Z, M F; I P; y, 9


Efraín Miranda
Poemas


La lectura de los poemas Efraín Miranda es una urgencia, una necesidad, frente al silenciamiento de cierta crítica ociosa y excluyente. Efraín Miranda es el poeta, un gran poeta. No solo es el poeta indio, del que hablé en los ochenta. Su poesía antisistema, irreverente, nos llega como la contracultura frente a los envasados que hoy abastecen las librerías (Gonzalo Espino).




E G


Es verdad que están aquí mis raíces
pero no es menos cierto que trasplantes extranjeros
han encontrado terreno propicio a mi lado:
¡no me dejan crecer!
¡no me dejan andar!
¡me inmovilizan!
y, están seguros de extinguirme.

Llegan de Europa y USA;
tirando sus fragmentos culturales,
cortando nuestros intereses naturales,
atando con sogas, nuestra sabiduría, a los cerros.

Nos gritan con sus ojos azules
que tienen el poder mundial,
que su sociedad tiene vínculos utópicos con la nuestra;
que su tecnología ha vencido por siempre a nuestro empirismo;
que nuestros esfuerzos rudimentarios
han sucumbido ante la geometría acerada
que combina el ingenio, la habilidad, el pragmatismo y la
brutalidad.

Con monstruos estelares
influyen para que nos repriman,
nos controlen,
nos aturdan;
y ponen productos a nuestro alcance
que insinúan la autodestrucción.

Nos gritan que son la sociedad histórica;
la asociación viviente, elegida y selecta
del porvenir humano.

Nos golpean con sus instituciones transplantadas,
nos entrecruzan con las cadenas de sus jurisprudencia,
nos doblan con las imágenes de sus religiones,
y nos gritan a la razón, diciendo que somos taciturnos,
enigmáticos, misteriosos para que lo seamos.

Han introducido el individualismo,
han consagrado el egotismo.

Somos animales en sus concepciones sociales, filosóficas,
mercantiles;
somos los últimos elementos vivos
de las experiencias milenarias, con el cuerpo –todavía-, pegado
a las rocas.

La poca luz que producimos
La apagan tal como a una mecha de sebo.
(Choza, 1978)



E Q

Soi una indiecita escolar. Me reconoces;
mi retrato está en folios de grandes libros;
retratada con polleras y con " uniforme".

Me pongo de cabeza y el cielo está abajo
y la tierra queda arriba; así no es mi mundo;
me pongo de pies
el cielo regresa arriba
y la tierra para abajo; el mundo comienza en mis pies,
este es mi mundo.
El mundo comienza en mis huesos,
en los truenos que respiro, en las cordilleras que empuño
y hago una madeja para tener mi imago mundi.

Mis trenzas hacen camino a la casa-, en los folios
te informaste que se destechan sacándole un palo;-
mi abuelito me dice pariguana
porque aprendo a dormir sin cerrar los ojos;
mi tío no sabe ni firmar
y mi tío materno tiene primaria
me riñe que acaso por eso come más.

Los vidrios de la escuela
desvían el Sol hasta mi patio distante;
la Escuela es la casa más grande de todo;
le he dicho a mi padre que compre una carpeta para
nosotros.
Frente a la pizarra se me adelanta una niña blanca,
a ella es quien educa el Maestro.
Lloro porque soi india y tengo una niña blanca
que el Maestro ha creado dentro de mí;
esta niña no me puede;
el Maestro le da fuerzas y sustento
el Maestro tiene grandes métodos para esa niña.
El maestro se olvida de mí, de todos los alumnos
y dice que para los indios no se ha inventado nada.

A ratos me confunde: me convierte en ella
o ella en mí;
cuando me habla el profesor, desaparece;
en cada diciembre muere y cada abril resucita.
Al concluir mis estudios se extinguirá
en la parcialidad.
(Choza, 1978)





E RR


Te entablillaré, ovejita, el corvejón luxado
y, tú, me regalas una onza de lana;
en el día del degüello también te oculto.

¿Te duele?; ¡grita!, es saludable.
Yo, soi enferma; soi una desnutrida;
no hai remedios;
mis tres hermanitos lo son,
mi padre lo es, mi madre lo es.

¿Te cuento? Mi padre dice que cinco bocas
Son mucho para un plato,
mi madre dice que las ollas son como los estómagos:
incolmables,
mi padre dice que juntando todos los terrenos
puede taparlos con un poncho,
mi madre dice que ensayando a comer piedras
no se pierde nada.

Ovejita: regálame tus pezuñas para hacerme zapatos;
oye: ¿sabes?, dicen que los presidentes regalan ropa,
mi padre no cree y mi madre dice que por qué no le hacemos
escribir;
mi padre piensa una cosa y mi madre piensa en otra distinta;
mi padre dice que se va
y en quince días puede llegar al país de los árboles;
mi madre dice que no quiere ser mordida por víboras
y prefiere cocinar hortigas acá.

(Ni mi padre ni mi madre saben que la selva
está reservada para gente poderosa).
Estoi cansada;
tengo sueño;
duerme ovejita.
Durmamos con sueño de piedras
sin respirar,
sin sentir,
sin despertar.
(Choza, 1978)





A Z

Forastero, ¿eres un visitante
o un extraviado en mi paraje?
En cualquier caso, desconocido,
eres bien venido.

Acércate a los ojos de este viejo morador;
en años veo un hombre de hermoso rostro
labrado en piedra de cantera europea,
y son tus ropas de tan correcto aliño
pareciéreme la obra de costurero mago.

¿Quén eres?
¿A qué vienes?
¿Alguno te manda?
¡Observa y comprueba que no soi de roca ni de bronce!
¡Si te entrego a mi hija, la fecundarías;
Si me das a tu hija, la empreñaría!

Come esta porción del manso cordero;
bebe este poco del aflautado manantial:
Sírvete confiadamente del plato de mi cariño.
No tengo silleta, ni cubierto, ni alcuza, ni radio…
¡Carajo, tú, me creas necesidades!
(Choza, 1978)



M F


La gramática española cuelga desde Europa
sobre mis Andes,
interceptando su sincretismo idiomático.
Sus grafías y fonemas, atacan con los caballos
y las espadas de Pizarro.
Mi lenguaje resiste, se refugia, lo persiguen,
lo desmenbran.

En tantos siglos de guerra intercultural
todas las batallas hemos perdido
Ellos tienen todos los elementos a su alcance:
su estado mayor en la real academia
y sus soldados intelectuales;
los nuestros, nada, un agrupamiento, pasivo
al modo tupacmaru segundo.

En mi choza ha caído la mano perdida del Manco de Lepanto
con vidrios, ácidos, alfileres
que contorsionan mi lengua
y sangran mi boca.
(Choza, 1978)




I P

En su cama de pieles,
con dolor vómitos y fiebre
deliraba con la tierra interna
aplastándolo. Más los minerales
en intensa reabsorción.

Los curanderos pudieron haberle confirmado:
Pubescencia, maridaje, abuelatura
¡No hai curanderos!

¡Tampoco médicos a nuestra economía!

Si la medicación primigenia muere,
¿robaremos médicos, laboratorios, enfermeras,
quirófanos, boticas, bancos de sangre?...

En su patilla-camastro, con mortaja de papel
Y retazos de tocuyo, se recuesta.
Picos y palas, suenan.

Alcohol y coca, se hablan en la oscuridad.
(Vida, 1980)



9


-¿Aprendes las letras?
¡Correcto. Leerás una biblioteca!

- ¿Te defiendes con uñitas de ratón?
¡Mal haces. Protégete con zarpas!

-¿Con un gotero te bañas?
¡Date cuenta. Hazlo en el mar!

-¿Se te queman las tortas en el horno?
¡Tonterías. Actualízate con un microondas!

-¿Un amigo te es bastante?
¡Ciego. La población quiere saludarte!

-¿Plantas un árbol?
¡Qué optimismo. Siembra una jungla!

-¿Aportas con un grano de arena?
¡No seas cojo. Entrega una montaña!

-¿Cavas fosas mortuorias?
¡Estás muy mal. Fabrica cunas!
(Padre Sol, 1998)



La fotografía fue tomada por Martín Chambi
La alforja de Chuque 9

3 comentarios:

-Handrez- dijo...

Héctor García Gonzáles - Interpretación de textos.

Debo admitir que soy mala para interpretar, que mi egocentrismo prefiere ser interpretado; sin embargo puedo decir que encuentro una gran relación entre "9" y el sabor de la década en que fue escrita, los noventa. Talvez desconozca mucho sobre ese último decenio del último milenio, pero recuerdo sentirme como el pordiosero de José Ingenieros... siempre había algo más... o algo menos...

-Handrez- dijo...

Debo admitir que soy malo para interpretar, que mi egocentrismo prefiere ser interpretado; sin embargo puedo decir que encuentro una gran relación entre "9" y el sabor de la década en que fue escrita, los noventa. Talvez desconozca mucho sobre ese último decenio del último milenio, pero recuerdo sentirme como el pordiosero de José Ingenieros... siempre había algo más... o algo menos...

FVVP dijo...

Efraín Miranda es un maestro de la poesía de carga social y denuncia política: los poemas donde la voz locutora personajística de la aldeanita que come de un solo plato con su familia, es tan bueno que casi derramo lágrimas. Sus versos también están muy elaborados, aunque con menos estética que un Romualdo.