Daniel Licán




Daniel Licán

(21 de julio 1924-21 de diciembre 2008)


Un día decidió abrirse al mundo. Dejo la hacienda atrás, tenía en su mirada la serenidad del hombre que sabe que tiene que abrir un surco, pero está vez en arenoso e incierto mundo de la ciudad. Llegó como todos los hombres y mujeres que imaginaron un país digno para todos. Llegó, con otra persona, con su amigo y compadre, el tío Loreto. Se establecieron en un barrio obrero, trabajaban como quien se dice para levantar el ánimo y devolver los sueños para que nunca sean prestados.

Un día le pasaron la voz de que había un sitio para levantar la casa, decidió ir a ese lugar. Allí construyó los sueños con mi hermanos y lo construyó con el gusto de quien ha logrado alcanzar lo grande de lo poquito.

Trabajo, trabajo, trabajo. Nunca dejo de hacerlo. Nos lo recordaba: "Licán trabajador, nunca haragán". Todos los días llegaba al anochecer con su bolso, traía el pan, la comida. Traía lo que hacemos los padres de familia, algo para compartir con los suyos. Ese maletín era como una caja de magia.

Un día –recuerdo todavía- le dije. Tío, quiero ir estudiar al Lima. ¿Puedo vivir contigo? Su respuesta fue una sonrisa de enorme satisfacción, con mi tía Paula, me acogieron como parte de su familia. Y he vivido así, como un hijo más, compartiendo con mis hermanos y mis tíos esos días de mis estudios.

Ahora, ha llegado el tiempo del silencio que hiere en la hondura del corazón. Pero aquí estamos, como si nuevamente conversaras, como si nuevamente nos dijeras con esa alegría de quien sabe de los hombre dignos lo que significa haber vivido. Por eso tío, mi Daniel Licán, el hombrecito del que pensabamos que llegaba en el avión que a veces cruzaba las tierras del valle Chicama, de mi pueblo, de Roma-Tulape. Hoy con lágrima que rompe el silencio, con corazón destrozado, con los ánimos acosado por la fragilidad de la vida, te decimos adiós, y como en los viejos tiempos, saluda a mi madre, a mi abuela Juanita, a abuelo Víctor, díles que aquí seguimos haciendo el mundo, cuéntales de la calidez que ha quedado. No nos olvides querido tío. Vive en la gloria de la eternidad que solo los hombres tiernos alcanzan. Aquí nos quedamos con el alma herida, aunque vivas para siempre en nuestro corazón. Honor y gloria, para quien supo ser padre y maestro. Adiós, tío, adiós.
Esta palabras fueron leídas el 22 de diciembre 2008.

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