Alex Vásquez Villarreal, Los surcos húmedos. Poesía del Valle Chicama



Por: Gonzalo Espino Relucé

Conocí al poeta como bohemio, cantante y narrador. Mi hermano Javier lo frecuentaba porque con él aprendió a tocar guitarra, mi madre, claro, andaba asustada, por que eso de tocar guitarra lo podía llevar a ser bohemio como don Alex. No fue así. Mi hermano siguió su rumbo, se hizo arquitecto y toca la guitarra de cuando en cuando, pero cuando lo hace, es divinamente feliz y uno, se apega ha escucharlo. A mi me gustaba escucharlo tocar guitarra con Alex, porque ambos se imponían la meta hacer bailar al diablo, y qué bueno, por eso, sí, al final daba sed y nos tomábamos o una buena chicha o una buen vaso de cerveza. Pero esa es otra historia.

En Huamachuco con el poeta Carlos Sánchez Vegas, poeta de fibra y maestro de la palabra, y para más razón de Cartavio, he quedado en preparar la Antología de la poesía del Valle Chicama, en realidad la pretensión es mayor, La Libertad. Por ahora me interesa el valle Chicama, que queda al norte del Perú. Hablo desde el punto de enunciación, ahora imaginado, proviniendo de Roma-Tulape, empiezo por allí.
Este fin de semana ha sido feliz, encontré el texto mecanografiado que me entregó en 1972 Alex Vásquez Villarreal. Lo hizo porque con él hablamos muchas veces de una publicación. Lo pongo a disposición de todos los lectores. Pero, ¿quién es Alex Vásquez Villarreal? Ya dije un bohemio, un cantor, un guitarrista eximio, un buen hombre. Era un obrero azucareno.
Cuando ya sabía de mis andanzas literarias me gustaba conversar con él porque podíamos hablar de Literatura, así con mayúscula. Su obra está dispersa, publicó en la revista Estadium (Casa Grande) y algunas otras piezas andan dispersas. Yo tengo en mi poder un poemita que es una preciosura de jococidad, habla de sus amigos y el fútbol que debo sacar de mis archivos y podré en mi página. Como todos, cuando dejan de existir se les recuerda y olvida, hay más olvido que recuerdo. Y es que hay una despreocupación enorme sobre la vida cultural de nuestros pueblos. Pareciera que la historia de la cultura se reduce a Trujillo, a Lima, no a Tulape o Suchubamba, al valle Chicama. Olvido, torpe, que no ayuda a formar una identidad con raíces y abierta al mundo.

El poeta Alex Vásquez aparece ahora a la distancia con la marca del olvido. Tenía una novela que me solía narrar cada vez que nos encontrabamos. La última vez que nos vimos ya andaba en las aulas de San Marcos. No alcance a pedirle una copia, es posible que su familia posea ese original. En fin. He aquí la tanscripción del poema:


Los surcos húmedos

(Inspirado en un Primero de mayo
como semblanza del autor)

Yo al morir... ¡Déjame en lozano campo;
¡Dios mío! en un día de mayo es mi deseo,
nombro mayo ¡Oh señor! Te pido tanto
que su ambiente vele mi eterno sueño

Si al morir en ambiente campesino,
que un surco húmedo albergue a mi reposo,
talvez al surco aves de humilde nido,
vuelen mansas hacia mí al verme solo.

Queden mis fríos poros al sereno,
entre los yuyos de un surco lozano,
en el alba de un primero de mayo,
con vientos y ojalá con aguacero.

Porque hoy este aguacero paulatino
treinta mayos por los campos me hallan y me encuentro
labrando en los surcos donde, sed, sol y viento;
imperan con la soledad y el frío.

En esa soledad que no me asombra,
sese mi jornada... ¡Muera olvidado!
y tápeme en un surco el rudo arado,
mi cuerpo, talla, a talla con mi sombra.

El poema que transcribo es Los surcos húmedos, es la primera versión; luego hay otra versión en el poeta reduce el texto a un soneto y que puede muy bien ser el himno a Roma-Tulape. Pasa del yo poético a la representación de un yo colectivo. Para el gusto letrado, se diría que hay reminiscencias vallejianas, cierto; pero al mismo tiempo debo indicar que hay una manejo musical de la palabra, un manejo exacto de lo que se quiere decir. Son poema del sentido y de la forma, recuérdese, adicionalmente, el motivo es el primero de mayo, también imaginado como aquello que era la hacienda de los gringos,del enclave azucarero, un lugar de explotación y la idea de la muerte, al suceder los 30 años. El poeta logra captar un centro, el surco: lugar desde donde uno imagina el mundo, el tiempo, los sueños. La vida, junto a los surcos de caña de azúcar.


© Gonzalo Espino, marzo 2010

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