Ángel Gavidia, nació en
las alturas de Mollebamba (Santiago de Chuco, Perú) en 1953. Su autorretrato es
una metáfora concentrada: "La terrible certeza de unos pasos perdidos en
el mar."[1]
Ni la certeza es certeza, precisamente, porque se desdibuja:
"terrible" y al borde la indefinición, una especie de retrato hecho
de bruma, en "pasos" perdidos. Así el poeta se autopercibe en algo
que no lo agrupa o lo deja suelto sin contornos, solo lo identificamos con la voz
que aparece en sus poemarios, una voz que se siente sola. Es la intensidad de
la soledad, esa que alcanza más adentro de la piel que lo acompaña desde
siempre. Hombre moderno, médico de profesión y poeta por instinto y devoción.
Su tránsito se puede reducir
a un esquema básico, de Mollebamba a Santiago de Chuco, entre la felicidad de
la soledad y el entorno acogedor, y de ésta a la ciudad de Trujillo, donde la
experiencia escolar no fue grata y de allí a Lima, a esa horrible ciudad, y a
la cuna de la Medicina, San Fernando de la Universidad de San Marcos, donde los
futuros médicos compiten a diario, pero al mismo tiempo desarrollan una doble sensibilidad: artística y social. Son los días en que
está contagiado con la idea de la revolución que llegaría pronto. Luego un
retorno obligado, ahora a Cajamarca, donde se encuentra con los poetas Bethoven
Medida y Francisles Gallardo, que constituyen el
grupo Raíz Cúbica. Vendrá Trujillo, allí se asienta, y llega conforma un nuevo
grupo Greda.
Imaginando
el espacio literario
La poesía le "Nace de
una necesidad, de una necesidad sicológica, a mí no educaron en el amor a la soledad. Para que la
soledad no me venciera, para que la soledad no me gane, comencé hacer
poesía", me dice en el café Mixturas. Luego, los versos llegaban
abundantes, llenos de voces que desean circular. Un libro con la creencia firme
de que la literatura sirve para algo: la revolución. Le pide Max Hernández que
le escriba una nota a su poemario. Max, con la sabiduría del hombre que
disfruta la literatura, le dice: "Oiga, no le saque falda a la realidad
por gusto", si lo hace, si la "levanta" haga "un buen
poema". Y comentando, "recuerde a Salazar Bondy recogiendo su primer
libro". La sabiduría del maestro hizo el milagro, ese libro no llegó nunca
a la imprenta. Era el tiempo "de la poesía panfletaria",
la "creencia en que la poesía podía hacer la revolución". Me explica,
sin lamentaciones, si apresuramientos, "no éramos
sinceros, era la moda". Y sin querer convertirse en teórico, afirma:
"Cuando la poesía es sincera, cuando es una necesidad, allí sale esa buena
poesía".
Este encuentro fue
significativo para el rumbo de la escritura de Gavidia. Luego vendrán la
experiencia de Cajamarca, momento que de continuo aparecen sus poemas (la más
importante, seguramente, será en Lluvia).
Y en Trujillo con el grupo literario Greda,
al que pertenecieron también Erasmo Alayo y
Lizardo Cruzado. Su primer poemario aparece bajo el sello de Lluvia Editores
con el título La soledad y otros
paisajes. Luego vendrán sus dos libros de poemas: Un gallinazo volando en la penumbra y Fuera de valija[2].
En su primer libro
aparecen las características de su poesía: brevedad y concentración temática
que va acompañada por una rigurosa elección de
tono y el ritmo en cada poema. Si el hablante del poema de La soledad y otros paisajes deja traducir su yo, es para
recordarnos la extensión corrosiva de la soledad que traduce en intensidad
poética. Los objetos y espacios están tocados por la soledad, aun cuando se
hable de los seres y referentes amados: "QUIZÁ Dios no creó la soledad
[...] / quizá... quizá por eso / la soledad fue triste / y Dios se hizo
distante." Asunto que emerge en cada poema y cuyo registro se asocia a su
vez al nacimiento/muerte, día/noche, alegría/tristeza, como ocurre en los diez
versos del poema "Noche que te deshojas/ como si fuera otoño", cuya
tensión se produce en el ahora de un yo retenido, aunque este yo poético aspira
salir de quietud y oscuridad: "no ves mi cuerpo fresco/ es que tengo noticias
que ha salido el sol/ y voy a verlo."
Fuera
de valija es un conjunto de poemas que el poeta ha recuperado. Y
recuperar aquí es utilizado en el sentido que la buena poesía nos enseña.
Aquello que transciende el ejercicio y nos acoge
precisamente porque las palabras pueden decir algo al otro, al lector. La singularidad
de sus versos viene de la amplitud de registro que podemos encontrar en este
poemario. La unidad del poemario está dada otra
vez por la concentración del poema, aunque los versos libres estructuran los poemas,
cuya expresión mínimo será el dístico y alcanzan los 26 versos. En sus poemas
hay una perfecta combinación de la tradición andina y la poesía moderna, en
"Origen", se aprecia la estructura dual: típica de la copla andina,
un enunciado proposicional y luego una conclusión:
"Qué de los cascos retumbando en la pampa", cuyo final es "la
primera semilla de una voz que no es mía/ pero que habla por mí".
Un
gallinazo volando
Un gallinazo volando en la
penumbra, no parecer ser título de un poemario. Lo es. El paratexto que se
instala en el campo semántico de lo oscuro y lo de aquello que no es asible. La
imagen de la oscuridad se correlaciona en gallinazo y penumbra, la misma que se
asocia con una ave planeadora y carroñera. Pero a la vez ambos lexema los asociamos
a lo que se suele negar o a lo no deseado. El poemario está dividido en 5
libros. Cada uno mantiene independencia. La voz del yo poético articula al
poemario. Se trata de una embriagante celebración de la palabra, que, basada en
el ritmo y cuyo predicado es la "sinceridad de la poesía". Lejos del
panfleto, lejos de la poesía fácil, su registro
intenta también ser un testigo lírico de las cotidianidades y la soledad, ahora
como queja de las desigualdades. La soledad se expresa como ritual, en la condición
del ser, como humano: "ni llanto / ni nada que diga que he andado y
sufrido/ desafinan mi alma"
Me voy a detener en el
libro cuatro que coincide con el título del poemario. La característica
principal es la concurrencia de todos los elementos en un espacio poético
definido por la brevedad. La concentración nos hace recordar a los haiku, de
allí la necesidad de que el lector los lea como instantáneas. Si alcanza el
detalle, distinguirá la riqueza de estos poemas. Gavidia ha extremado su
sensibilidad, ha llegado al límite de enunciado poético. Un verso. Tal
realización le es posible porque su voz atiende a la intensidad y ritmo en una
economía poética poco estudiada, como ocurre con el "Autorretrato", o
este poema:
Río
¿A
dónde irá mi sangre?
Veamos otra vez el título
del poemario y de la sección ahora convertido en poema:
Un
gallinazo volando en la penumbra
¿De
qué lado tristísimo del mundo se deprendió esta astilla?
Si como hemos dicho hay
una ampliación semántica en la elección de ambos nombres: gallinazo-penumbra,
signados por la oscuridad, pero al mismo tiempo será aquello que está distante,
fuera de nuestro alcance. Luego viene la pregunta que reformula enunciado. Si
identificamos astilla como gallinazo, volvemos nuevamente sobre un campo semántico:
"astilla" como aquello que hiere, no es una astilla cualquiera, es
superlativa: es del mundo, su lado absolutamente triste. Una estructura
magistralmente trabajada como dístico y cuyo sentido es un ritmo perfecto,
posible por la combinación de la vocal fuerte (a) con la lateral (l), en primer
verso; y por las vibrantes (r) con las fricativas (s) del segundo verso, que
hace un impresión poética cautivadora por su perfección. Lo que fluye, no es
solo el juego de palabras: es la propia
humanidad.
Un poemario cuya
intensidad poética está basada en la brevedad
del ritmo y el sentido. Habla como si la palabra por primera vez se asombrará
del mundo, como si fuera la primera vez que quiere nominar y la elige entonces,
con ese tono del hombre que se ha visto tocado por la soledad. (Tema que habrá
que estudiarlo con detenimiento).
Final
Cuando uno lee los poemas
de Ángel Gavidia le queda la sensación de estar ante un poesía que atrapa con
la sutileza que suele traer intensa ternura pero al mismo tiempo orilla los
bordes de la soledad. Y es que cada verso es parte de ese regocijo con el que
la poesía va creando el efecto poético. El límite en el poema es la musicalidad
y la intensidad atrapa al lenguaje. Así la palabra es exacta, no hay palabra
innecesaria.
Referencias:
Gavidia, Ángel. Fuera de valija. Lima: Arteidea
editores, 2008.
-----. Un gallinazo volando en la penumbra. Lima: Imp. Didi de Arteta, 1996.
-----. La soledad y otros paisajes. Lima:
Lluvia Editores, 1987
Poemas de Ángel Gavidia:
http://tallerdepoesiasm.blogspot.com/2011/02/angel-gavidia-tres-poemas.html
En la foto: Ángel Gavidia y Gonzalo Espino.
1 comentario:
Ni magnánimo ni mezquino. Lo justo, lo necesario. Así escribe Gonzalo Espino. Y tratándose de ti hermano Ángel, de tu poesía exquisita y breve, a veces, a lo Oquendo, mi paisano, por la síntesis y por el vuelo de las imágenes. Tu poesía y tu narrativa son de los que quedan. Me seguirán alimentando hasta que deje latir este viejo corazón, como dice por ahí alguna canción.
Feliciano Padilla
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