Santiago Aguilar y su lealtad a la poesía (1), por Gonzalo Espino Relucé




Antología de la poesía liberteña

Si algo define a Santiago Aguilar es su lealtad a la poesía. Una escritura franca. Desde siempre la poesía fue para él esa amiga tiernamente huidiza que lo acompañó desde su niñez, pero también enfrentada al peso de una tradición poética que exigió más de una aventura a los poetas de La Libertad. Pertenece al grupo Trilce, núcleo que durante los 60 se posesionó de la escena cultural del norte peruano, intelectuales, creadores y poetas que influyeron notablemente, entre los que hay que destacar a destacar Santiago Aguilar, Manuel Ibáñez Rosazza, Eduardo González Viaña, Gerardo Chávez.

Si la mejor representación de la poesía de Aguilar la hace el poeta Bethoven Medina (1), debemos convenir en que aún faltan estudios específicos que den cuenta de esa lealtad a la poesía. El balance de los Trilce le ha correspondido a Jorge Chávez Peralta (2). Una poesía que desde sus inicios se comprometió con la palabra que significa y con la palabra que deja huella, una textura que alcanza la maestría del ritmo y sentido como ha ocurrido en la última entrega que a propósito de los 50 años de Trilce: “Celebración de la madre” (3). Para Jorge Chávez Peralta, cuando mira al grupo 25 años después, constata que las voces más representativas, “el trío de poetas más significativos de ‘Trilce’” (2008:10), lo conforman: Manuel Ibáñez Rosazza, Santiago Aguilar y Rogelio Gallardo Bocanegra. Pero la recensión crítica sobre nuestro poeta a nivel nacional no solamente es perezosa y es escasa, sino alcanza niveles de marginación que registramos para otros casos (Efraín Miranda, v.g.); se salvan las notas ocasionales en las prensa nacional.
Lo que nos lleva otra vez a tejer un epistémica que permita la comprensión de la literaturas peruanas, de cara a las relaciones tensas centro/ periferia y nación/ región, aun cuando en el caso de trujillano se pueda observar un desarrollo autónomo con relaciones mucho más dinámicas con ciudades de los países vecinos del Norte, como Guayaquil y Quito en Ecuador y Barranquilla y Bogotá en Colombia, en sentido que me ha propuesto leer el proceso de la poesía liberteña Alejandro Benavides. Lo que demanda entonces establecer una agenda de discusión sobre las literatura regionales (declaro mi apego sociológico). Ciertamente comparto con Medina su preocupación por el tratamiento que la crítica ha sostenido respecto a la producción peruana: “A la crítica literaria peruana le faltó, o no quiso, indagar más sobre los autores de la Generación del Sesenta en el interior del país, con lo cual se hubiera organizado un mejor y democrático mapa de la poesía peruana”, aunque para ser ciertos, no es un asunto democrático estrictus sensus, sino de la valía poética. Con seguridad “no quiso” y por ello no iba ha realizar un mapa de la poesía tal como imagina el extraordinario poeta Bethoven Medida. En buena cuenta, da testimonio de la marginación a la que son sometidas las poéticas regionales. Pero volvamos a la poesía de Aguilar.

Con voz propia
Nacido en Huamachuco (1940), su vida transcurre tranquila, entre maestros leído y furiosos entusiastas de la poesía vallejiana, acostumbrados a las celebraciones cívicas y a la poesía didáctica, le piden que el niño un poema sobre el indio, el pequeño decide cambiar la letra y habla del indio que veía todos los días. Son los años en que su maestro le entra la edición príncipe de Heraldo Negros que lo lee con fruición. Luego será su tránsito por Trujillo, donde llega conformar el núcleo Trilce, años después lo vemos vinculados a la vida cultural de Cajamarca. Testigo de la escena cultural del norte del Perú, animador cultural y hombre dedicado a la valoración de la cultura peruana.

Converso con el poeta. Acaba de leerme un buenísimo poema. Le pregunto por qué sigue escribiendo. Me dice "Es un intentar el mañana... Lo único que queda de tu tránsito por estos territorios son tus sentimientos." Y vuelvo, o ¿es una especie de fantasma o una necesidad de transcender? "Las dos cosas –replica Santiago Aguilar-. Uno, es ese fantasma que invita escribir, lo otro, es ese deseo tan humano de trascender. De estar presente en el mañana cuando ya te hayas ido. Y buscar, no repetirse”, me dice de la poesía. "Continua, sí. Pero sin repetición. La vida no se repite. Estará el mismo sol, pero no la misma luz, los nuevo amores o esta conversación, ya no será la misma". Dejo al poeta, paso a mi lectura.
Bethoven Medida propone un esquema de lectura para la poesía de Santiago Aguilar. Ubica tres momentos, en lo que a mi respecta, habría que considerar que la poesía de Aguilar es una creación continua, donde los poemas no se repiten. En sus libros encontramos experimentación y ritmo, apego a una lengua que culta de la que tiene que desprender de su sentido hispanista y la convierte en un recurso musical de diversa tonalidad. En su escritura un puede apreciar que dialoga con otras tradiciones poéticas. Se trata de una estructura poética que no busca repetirse, por eso, cuando uno lee su producción da la sensación de una construcción continua. Bajo esta premisa, vamos a seguir nuestra lectura.

Transacciones
Santiago Aguilar empieza a publicar sus poemas a fines del 50, llega con su primer libro Tinieblas Elegidas (1964). Un poemario de tono contestario, donde el enunciado poético es directo, sin mayor artificio que la palabra desnuda:

¿Qué importa la ternura
el peligro,
los sonidos o la vida?
si ya no se puede soportar
a los héroes.
Si se tiene sed
de beber de nuevo la infancia
y no salirse de ella
para ser poeta,
para ser hombre. (“Ni un minuto”)

Poesía que enfrenta y se escribe para salirse de la sombra de César Vallejo y de un castellano que se afincaba en la tradición hispana y del verso medido en los 50, por cierto, sin dejar de pulsar el impacto limeño en lo que se refiere a la poesía (pura/social). Y como obvio toda la pobreza y desigualdades y miseria política que vive el país, cuyo contexto se asocia al proceso de modernización y la migración acelerada que vive el Perú. Periodo de convulsiones de diversas, en especial, aquellas que vienen del claustro trujillano, como la ruptura de Luis de la Puente Uceda con el Apra y años más tarde, su épica aventura guerrillera en Mesa Pelada. Un periodo entonces, de franca creencia en las revueltas.
Mito (1966) tiene mucho de eso; la dedicatoria reza: “a Luis de la Puente Uceda”. Una creencia enorme en las posibilidades de la revolución. La escritura y la poesía cree legítimamente que puede ayudar a la revolución por eso el yo lírico se confunde con en palabra que tiene de épica (Manuel Scorza, Salazar Bondy), pero será una voz híbrida que se mueve entre lo individual y lo colectivo:

Mito
Os insté
a derrotar al Mito.
Os pregunté:
-“¿Importa él, importamos?”

Entendí las sombras en vosotros
Fui exigencia de último momento.

El apartado poético está basado en enunciados directos y cuyo trance es ritmo. Los poemas tienden a la síntesis, no se expande. Se trata de una escritura que tiene esperanza aunque es escéptica: "Heme viudo de una esperanza". También es el momento en que poetas terminan que despojarse de la sombra de Vallejo. Lo hizo Ibañez, lo hizo Santiago. Aun en esa condiciones su castellano nos llega retórico y tradicional en Mito.

En Confesiones fuera del almanaque (1970) vuelve hacia una palabra sincera, casi ética. Acusa al hombre, le exige ser el mismo, sin olvidarse que pertenece a un espacio social o está rodeado por la realidad que quema el alma, como puede apreciarse en “A modo de Tonel alucinado”. Esta palabra sincera y llana, no renuncia al artificio poético que es cultivado con mayor destreza. Su juego retórico demanda que la voz que escribe aparenta imitación (“A modo de"…). El poema será un enunciado, no solo interpela, interpreta. Pero el yo-poeta sigue siendo el demiurgo, el que siente y percibe el mundo:

Y, Yo, poeta, escritor de verdades
-nunca vencido por los dioses-
no busco el 'más allá' ni empeño.
No hay un cierre temático, hay apertura. La vida, el amor, lo cotidiano, la sinceridad humana, puebla el texto. Aunque el amor se vuelve intenso, escribirá nuestro amor “Es terriblemente diáfano y raro para este tiempo" y la voz poética crítica la ausencia de libertad y falsía. Escribe: "El esposo y la esposa se avergüenzan de una noche juntos", o del orden social, como se lee en “Profeso”:

Hogar sin alma
Aparente acusación
Penitente castigo.
Aberrada honradez
Instrumento, miedo.

Pausa

Una poesía que se hace tramando la no repetición, y cuya continuidad está en la fuerza de su lenguaje, la magia de un discurso que puede hacerse intensivo hasta más tarde convertirse en versículo, apelación que juega con el encabalgamiento y dominio de la anáfora que se traslada para hacernos percibir un poema otro. O como quiere Jorge Chávez Peralta, se trata de “una voz más transida de intimidad, mesianismo y emoción social”, y esto lo ha escrito en 1987, continua: “Santiago Aguilar ha plasmado una obra de gran intensidad humana. “Tinieblas elegidas” y “Mito”, sus libros primigenios, revelan la fibra de un poeta de convicciones inquebrantables y trágicamente identificado con una aventura ontológica y social que aún no ha concluido.”.

(Continuará)

Bibliografía básica:
Aguilar, Santiago. “Celebración de la madre” en Pueblo Continente, vol. 20. Trujillo: enero-junio 2009; pp. 27-32.
------. Tempestad de la nada. Celebración de vida 1958-2008. Prefacio de Bethoven Medina. Cajamarca: Asociación de Poetas y Escritores de Cajamarca, 2008 (Ed. de Homenaje).
-----. Confesiones fuera de almanaque. Trujillo: Ed. Amaru, 1970.
-----. Mito. Trujillo: Ediciones JASPE, 1967.
----- Tinieblas Elegidas. Trujillo: Ediciones Grupo Trilce, 1964.

Referencias:
(1) Medina, Bethoven. “De las tinieblas elegidas la Tempestad de la nada” en Tempestad de la nada , Santiago Aguilar. Cajamarca: Asociación de Poetas y Escritores de Cajamarca, 2008; pp. I-XIV. (Prefacio).
(2) Chávez Peralta, Jorge. “Trilce: sus bodas con la posteridad” en Pueblo Continente, vol. 20. Trujillo: enero-junio 2009; pp. 8-10.
Foto: Santiago Aguilar, en Trujillo, enero 2011.

© Gonzalo Espino Relucé
Marzo 2011

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