Aguardiente de Hildebrando Pérez por Esther Castañeda

El jueves 29 de setiembre se rendirá tributo al poeta y maestro Hildebrando Pérez Grande. Al poeta de fibra intensa y de aliento inmenso, de palabra sencilla y honda, simplemente Poeta. Este 29 en la Facultad de Letras será la Celebración Poética: Aguardiente, forever. Nuestra recordada Esther Castañeda, apenas salió Aguardiente, le dedica esta nota que apareció en la Revista de Crítica Literaria Latinamericana.


Pérez, Hildebrando: Aguardiente

(La Habana, Casa de las Américas, 1978, 77 p.)


Por: Esther Castañeda


Desde antiguo, la poesía había asumido una función social precisa: expresar los sentimientos de la comunidad. Luego, conjuntamente con el desarrollo de las condiciones de existencia, se destaca una voz y con ella las emociones individuales. Esta apertura de la poesía hacia los sentimientos colectivos como a los individuales (épica /lírica) se mantuvo en tanto las circunstancias socioeconómicas lo permitieron. Posteriormente diversos estadios implementaron a su turno, políticas que poco o nada tenían que ver con las aspiraciones de las mayorías y que entablaron el deseo de expresar poéticamente a la colectividad, relegando poco a poco estas tentativas al folklore. Actualmente, el sistema capitalista respalda y exacerba la identificación de poesía y mundo personal, difundiendo esta identificación como única vía para el poeta, mitificando así la subjetividad individual y desnaturalizando la amplitud y potencialidad de la poesía. Intentar por lo tanto en una sociedad no liberada aún de agobiantes dependencias culturales y económicas, que el ejercicio poético revela la historia, la resistencia popular, el anhelo de los pueblos por un cambio social, es una tarea difícil y encomiable al mismo tiempo. En estos afanes ubicamos el libro de Aguardiente de Hildebrando Pérez, premio Casa de las Américas 1977. Conocido por sus publicaciones en diversas revistas latinoamericanas reúne en este su primer poemario buena parte de su producción poética y gracias a una pulcra edición cubana podemos finalmente acercarnos a la poesía de este autor.
El poemario contiene dos libros:”Aguardiente” y “El cantar de Hildebrando”. Consideremos a “Aguardiente” en un primer nivel significativo, el que alude a la bebida enraizada en las costumbres del campesino, presente siempre en los acontecimientos más importantes de la comunidad. Bebida que logra estrechar los lazos comunales y que acelera y afianza la amistad con personas ajenas al lugar, pero cuya voluntad de participación e identificación es aceptada. En este sentido, el poeta llegó a declarar en cierta oportunidad que el “Aguardiente” facilito su ingreso al cariño y estima de los pobladores andinos. Teniendo esto presente, el que haya elegido como título general de poemario, el de este primer libro, puede deberse a la íntima complacencia por la integración lograda, que repercute no solo en su trabajo poético, sino en el plano humano. El poemario, en última instancia no sería más que una cálida invitación al público para una vinculación mas estrecha con la poesía de Hildebrando Pérez y sobre todo con el universo que porta.
En cuanto a “Cantar de Hildebrando”, si bien la presencia del “yo poético” es evidente, no se le puede considerar diametralmente opuesto al intento por asumir una voz colectiva, ya que buena parte de los poemas se nutren en la historia de la colectividad, propósito muchas veces sostenido por el poeta e implícito en su poesía. “Cantar de Hildebrando” no es más que otro registro de una misma voz, la de Hildebrando Pérez, profesor universitario infatigable en su identificación y apoyo a la lucha por las transformaciones sociales.
Volvamos al primer libro, “Aguardiente” dividido en tres secciones: "Quipus”, “Aguardiente” y “Retablo”. Los títulos aluden a elementos propios de la sierra peruana y a las funciones culturales que cumplen (religión, historia, festividades) y que apuntan a un objetivo preciso, la plasmación de un entorno común: el universo andino. Plasmación que utiliza diversos procedimientos que es necesario determinar; detengámonos brevemente en cada sección para asumir un espectro más completo de las intenciones del poeta.
En “Quipus” , se entrama la voluntad de un recorrido poético por lugares de referencialidad inmediata (Cusco, Andahuaylas, Juliaca, etc.) y el develamiento de contradicciones derivadas de la problemática campesina. Formalmente la perspectiva oscila entre una 3ra. Y 1ra. Persona del plural , la alternancia en diferentes poemas o a veces la conjunción en uno solo logra un efecto multiplicador de voces, como en los versos siguientes: “Para llegar a Pampas, basta cerrar los ojos/ o pulsar una guitarra. Pero no debemos confundirnos:/ la lámpara de carburo que nieva el cielo oscuro/ de los socavones no es sino un río de heridas y quebrantos/ y protestas. Hombres de manos laboriosas avanzan/ wifala gritando, wifalitay diciendo el sol/ es nuestro padre, ¿el sol es nuestro padre?”. A estas voces también se les une el “yo poético”, en poemas-huayno, en poemas- serenata de versos breves y ligeros que fijan aún más la atmosfera buscada: “palomita cuculí/ voy quenando,/ voy quenando./ Agüita limpia es mi pecho/ vas llameando”. El contrapunto de voces y perspectivas posiblemente corresponda a la consideración de que cada poema a manera de “nudo inmemorial” afirma su unidad, para así en conjunto ofrecer una mayor y cabal imagen del ámbito campesino. Con la insurgencia de una diferente visión de la realidad, de aquellos por ejemplo para quienes “Cusco es tierra o muerte”, se da cabida finalmente al sector siempre marginado y desposeído, el pueblo.
La sección que lleva como epígrafe “Aguardiente”, se liga plenamente a la estructura de una lírica sencilla, sin rebuscamiento, llegando a ser la mayoría de los poemas bellas canciones. “Muchacha de luz serrana,/ vasija de fuego y agua.// La gracia de tu mirada/ muchacha cordillerana,/ vuela como una campana/ muchacha de las retamas”. Se advierte la frescura o ingenuidad de la lírica popular en versos cortos, en la reiteración de las imágenes, en la búsqueda de una musicalidad sencilla y directa. El “yo poético” se desliza en la emoción ante la ausencia o desdén de la persona amada: “Quemare tu luto, tu falsía/ palomita. /Quemarás mi nieve, mi indolencia/ dueña mía./ Vuela, Poesías, vuela./ Vuela si quieres volar:/ cruza ríos/ pasacalles/ rompemuros/ habla/ por los que no pueden hablar./ Vuela Poesía vuela:/ vuela si quieres volar”. Pero el plano amoroso no agota el perfil del “tú” en el rol de amada, sino que trasciende éste al copartícipe de luchas y sacrificios. “Cerro de Pasco. Cerro/ carcelero. Cerro/ de espinas, cerro/ malagüero. Calabozo/ me da tu libertad/ me da mi pueblo.// Manan llanto mi cerreña./ Manan luto mi obrerita./ A la huelga estamos yendo./ ¡a la huelga compañera!”. La búsqueda de un complemento vitalmente íntegro se traduce poéticamente en continuas e intensas apelaciones.
En “retablo” el universo es otro, nombres de luchadores sociales encabezan ahora cada poema, luchadores que consagraron sus vidas a la lucha por un ideal. Si bien la temática aparentemente varía, la actitud básica del poeta permanece, la de revelar las contradicciones de una sociedad subdesarrollada. Es así, que los poemas de esta sección no quienes como Mariátegui, Heraud, Luis de la Puente, etc., se labraron un lugar en la vanguardia de los movimientos populares, sino el testimonio de una adhesión del poeta a las ideas que ellos asumieron. Creemos que el poeta al elegir el término “retablo”, no ha pensado en aquel retablo de dos pisos que marcaba la diferencia entre los dioses y el pueblo, sino en aquel otro en el que pueblo y creencias se unen en un espacio común. Entonces esta sección a manera de retablo poético reúne al pueblo con sus héroes populares y con la certidumbre de estar juntos en la lucha, que se expresa bien en los siguientes versos: “…Y una pancarta/ hecha añicos/ en la frente del enemigo, una consigna que vuela más/ rápido que la pólvora,/ una palabra unitaria dicha en cualquier plaza/ nos dicen que están vivos, que marchan con nosotros, que/ la danza continúa” .
La segunda parte del poemario comprende: “Cantar de Hildebrando”, “Romanzas” y “Cantar de amigos”, nos muestra un cambio de perspectiva, que sin perder la percepción de la realidad enfatiza al sujeto lírico (“yo”) y los rasgos de un intimismo citadino; en el plano formal, las estructuras poéticas se vinculan a una tradición académica, lo que trae como resultado una mayor complejidad en la elaboración poética. En “Cantar de Hildebrando”, el recuerdo de un pasado compartido, perennizado en el ánimo de quien vivió esos momentos intensamente, se hace presente: “La luz de todo lo perdido nos envuelve/ con el leve jazmín/ de la nostalgia. Sobre la dura corteza/ de los años, buscamos/ un amor, una palabra/ amiga, de los compañeros”. Y por momentos la acumulación del pasado se nimba de una angustia en la infatigable pregunta, que nos recuerda el viejo tópico latino del ubi sunt. Recuerdo y emoción contenidas, actitud dubitativa, cierto escepticismo, a fin de cuentas, características de las contradicciones internas del intelectual en una sociedad como la nuestra.
Finalmente en “Romanzas” y “Cantar de amigos” aparece otra tónica, los poemas a manera de instantáneas poéticas, juegan con escala cromático-musicales, consiguiendo efectos muy logrados. Poemas como “Mutatis Mutandis” y “Cantar de Alejandro”, constituyen una muestra del excelente dominio verbal del poeta, especialmente este último, donde reaparece el aliento colectivo, que desplaza el “yo poético” por un “nosotros” combatiente.
Aunque se advierte una escisión entre las dos partes del poemario, ambas devienen por distintas rutas y distintas maneras hacia un propósito especifico: la construcción, en la medida que la poesía lo permita, de una sociedad diferente y mejor. En este sentido la aparición de Aguardiente en el panorama de la poesía peruana significa su entroncamiento con una tradición poética que plantea no sólo el ingreso del mundo campesino y de sus héroes populares, sino la insurgencia de una clara opción social desplegada en poesía.




Foto tomada de

La Jiribilla, 535

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