Oscar Colchado, maestro de la palabra por Gonzalo Espino Relucé



Si un rasgo que caracteriza la literatura del siglo XX ha sido su carácter contradictorio y su condición de espacio de representaciones en franca querella, la escritura hegemónica fue disputada con las mejores letras provenientes de sistema inimaginables por la autorizada crítica canónica: llegó desde los bordes provincianos con un castellano que cuestionaba su propia estatuto y con una lengua que a lo largo de siglo concluyó definiéndose como sistema literario, me refiero a la literatura quechua.


Si el indio se puso de moda en el siglo XIX, este sería motivo que desembocará más adelante en lo que llamamos hoy día literatura andina. Primero fue una forma de representación solidaria que intentaba desde el centro inventariar al indio y su problemática. Un tipo de escritura que a la par alcanzó diversos tonos que se diferenciaba por sus referentes heterogéneos aunque igualmente ancestrales de la mirada indígena y comunitaria que evoca dos tipos de relatos enunciados por José María Arguedas y Ciro Alegría. Asunto que transitó entre el cuento, con características poéticas, como en el caso de Eleodoro Vicuña y una palabra modulada por un castellano límpido como sería la escritura de la primera novela de Manuel Scorza. Y alcanzará las complejidades de un virtuosismo de la palabra de andino moderno y universal como será la narrativa de Edgardo Rivera Martínez.


Escenarios discursivos que el debate de la crítica lo identificó como literatura indigenista en sus variadas aproximaciones. En los últimos tiempos se trata de una redefinición de lo que hasta ahora hemos entendido por indigenismo y cómo esta palabra solidaria se fue convirtiendo –pronto- en la representación de los propios actores o representantes de actores andinos como ocurre en la narrativa Oscar Colchado Lucio, Félix Huamán y Zein Zorrilla; Luis Nieto Degregori y Enrique Rosas Paravicino, Macedonio Villafan, etc. Y que bien podemos llamarla literatura andina como un sistema que tiene consistencia propia y que se inserta en una doble estatuto de circular en el mundo hegemónico y de ubicarse al mismo tiempo en el margen, y donde el tramado e hilo provienen de una memoria que se acerca al mito andino y popular.


Definitivamente no se podrá leer la literatura peruana y latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX sin palabra de Oscar Colchado Lucio, que le dió los contornos de lo que hoy llamamos literatura andina. Colchado entendió su escritura con la sabiduría de un maestro que decidió imaginar su escritura como el testamento de los andinos del callejón de Huaylas para el mundo. Una letra que va en español, pero que pertenece y corresponde al aliento y trama andina quechua y cuya sensibilidad se fue abriendo hasta convertir lo andino en una suerte de imagen movilizadora.


Si en su obra inicial encontramos una narrativa ágil y vivaz, me refiero a sus primeros cuentos en Alborada y a su primera novela La Tarde toros (1974), la de su madurez tiene el empeño de una escritura que está interesa en recrear el mundo andino desde situaciones que tocan el ahora, aunque en ella se crucen tiempos y miradas ancestrales que viven en el presente. Tal como se desprende de su obra narrativa que lo define como el maestro de la escritura andina: me refiero a Rosa cuchillo (1997), que venía hilando ya en Cordillera Negra (1985), Camino de zorro (1987), Hacia el Janaq Pacha (1989). Y los nuevos tratamientos que encontramos en La casa del cerro El Pino (2003).


Es insuficiente entenderlo desde esta lógica si no anotamos su narrativa que supuso una comprensión rápida por empatar con públicos mayoritarios, en edad escolar, para quienes produjo una saga de la más sabia literatura infantil del Perú y cuyo novela signo sería Cholito en los Andes mágicos (1986), cuyo protagonista, Cholito, le permitido trazar una suerte de mosaico identitario para el país. Su poesía es otro asunto la que se ha dicho poco.

Oscar Colchado, su escritura, su testamento creativo, se ha instalado en las letras peruanas como un discurso que se lee desde diversas aristas, Rosa chuchillo es la más leído. Novela que, sin duda, tendrá que leerse en un marco mayor, el de la literatura latinoamericana, este caso en su relación con la novelas de Néstor Taboada Terán. Y al mismo tiempo con los relatos de la violencia y novelas como Candela que candela (1988) de Felix Huamán y Retablo (2004) de Julián Pérez.


La obra de Oscar Colchado ha tocado las puerta de lo canónico y qué bueno que está batalla se esté ganando. La Academia ha empezado a estudiarlo en la última década, así se puede documentar en tres tesis de en San Marcos y una en la Villarreal. Dos de ellas están circulando como libros me refiero a Racionalidades en conflicto Cosmovisión andina (y violencia política) en Rosa Cuchillo de Óscar Colchado de Edtih Pérez Orozco y la Víctor Quiroz, El tinkuy postcolonial. Utopía, memoria y pensamietno andino en Rosa Cuchillo, trabajos académcios que por su rigor invitan al debate, exactamente para que lo andino no sea un adjetivo más ni una moda sino un sentido que con pausa de indio mestizo letrado moderno que mira la academia, sin concesiones. Mientras tanto, leeamos y gocemos de esa prosa que tiene que de intensidad poética, de andino y moderno, precisamente, porque, como decía Vallejo, nos "joden los cóndores".




Foto tomada de:
http://domingo-de-ramos.blogspot.com/2010/09/congreso-sobre-literatura-y-violencia.html

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