Entiendo que resulta incómodo para mi colega, el poeta Marco Martos, que revisemos a los poetas de llamada generación del 60. Me excuso por ello. Pero creo, que su testimonio podría darnos una ruta sobre lo que ocurre con la poesía moderna en la lengua que escribo. Entonces, hablemos de la poesía del 60.
Los poetas del 60
Este año se conmemoran los 50 años de la muerte de
Javier Heraud. A ella hay que agregar las recientes partidas de dos poetas
Antonio Cisneros (6 de octubre 2012) y Mario Razzeto (20 de diciembre 2012). Me
pregunto si en esta ocasión le podemos dedicar un ciclo a la poesía de los 60.
Entendida como la comprendieron en su momento los autores, primero, Cevallos
Mesones, Los nuevos (1967); después,
Escobar, Antología de la Poesía Peruana (1973).
Tal
vez la mirada que habría que trabajar sean aquellas que se han instalado en los
primeros poemarios. Ya sabemos que en casi todos los casos, han publicados sus
obras mayores. Pero tal vez sería interesante si nos centrarnos solo en esas
percepciones que tenían que ver con el impacto de la poesía inglesa o la
renovada tradición hispana, o las contingencias del tiempo, como los que sería
la revolución Cubana y el problema de la tierra en el caso peruano o los
cambios que se vivirán en los 60 en relación a forma como se entendía la ciudad.
La
idea, digo, se mueve entre lo que ocurre uno de Premio Poeta Joven del Perú,
que en 1961 sería compartido por Javier
Heraud y César Calvo y en ese mismo ocasión ocupaba, un segundo, lugar Mario
Razzeto ciclo que al parecer concluiría, si así lo preferimos, con, nuevamente,
el Premio Poeta Joven del Perú 1971 que
sería compartido por José Watanabe y Antonio Cillóniz.
Si
ese sería nuestros punto de referencia tendría que asociarse a autores como Mario Razzeto (Lima 1937-2012), Las palomas y las fuentes (1961); César Calvo (1940-2000) de Pedestal para nadie (1971); Luis Hernández (1941-1977), de Las
Constelaciones (1965); y, el
olvidado Manuel Ibañez Rossaza (1940-1990) de la Ciudad otra vez (1966). En
el mismo sentido la lectura de Wiston Orrillo (1941), de Memoria del aire (1965); Rodolfo
Hinostroza (1941), de Consejero del lobo
(1965) y Marco Martos (Piura, 1942) de Casa
nuestra (1965) o si se quiere de Cuadernos de quejas y contemplaciones
(1969). Desde luego Juan Cristóbal (1941), de El osario de los inocentes (1972);
Hildebrando Pérez (1941) de su anunciado libro Cantar de Hildebrando (1965-1970) que sería incluido como cuaderno
en Aguardiente; y, Javier Heraud
(Lima 1942- Puerto Maldonado1963), de El
viaje (1960), en atención a la ausencia, toda su Poesía completa (1964…). Por
cierto, nuestro recordado Antonio Cisneros (1942-2013), el de los Comentarios reales (1964); Juan Ojeda
(Chimbote, 1944- Lima 1974) de Elogio de
los navegantes (1966) y José Watanabe (Laredo 1946- Lima 2007) de Álbum de familia (1971).
Los nombres pueden terminar organizando un
catálogo extenso, pero faltan algunos entre ellos los de Antonio Cillóniz, de Después de caminar cierto tiempo hacia el este (1971); Julio Ortega
(Casma, 1942), De este reino (1964);
o poetas como Julio Nelson, Raúl Bueno o Manuel Morales. Y por su puesto, no
podemos olvidar lo que ocurre en provincias, el grupo Trilce en Trujillo, por
ejemplo, o toda la poesía escrita por mujeres.
Sin
que dejemos de revisar revistas como Haraui
o Piélago.
G.
Espino
Taller
de Poesía UNMSM
2 comentarios:
Gonzalo, y qué hay que hacer para participar del Taller? Me apunto para revisar a Luis Hernández.
Lucho Pineda
Nada Luchito, pues, ir los viernes. En facebook voy a poner la fecha en que conversaremossobre Luis Hernández, el poeta que tanta devoción te causa. Por lo pronto este viernes seguimos con César Calvo. Saludos.
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