Vigencia poética de Huamachuco. Crónica de viaje Gonzalo Espino

Crónicas de viaje: Vigencia poética de Huamachuco

En agosto de este año anduve por Trujillo,  Huamachuco, Guadalupe en busca de el alma de la poesía de La Libertad. No pude llegar a Santiago. Es un viaje que debo hacer pronto.


Sorprendidos. Camino a Huamachuco, el tiempo se nos va en trasladarnos,  la carretera la están asfaltando, ya sé no tiene nada que ver con la poesía. Los camiones de las mineras pasan en caravana. Llegamos ya tarde. Los jóvenes que nos aguardan para la primera entrevista están algo aburridos. Confirmo, unos minutos más y estoy con ellos, algo asorochado me voy al encuentro, el poeta Luis Flores Pardo me acompaña, ha venido a recogerme. En su casa se realizan las dos primeras entrevistas.  Luis Flores, narrador de ensueño, que sabe ponerle poesía a la prosa, es uno de los animadores de la cultura en Huamachuco.
En Huamachuco, desde 2005, hay una renovada actividad literaria, se publica una revista y la asociación de escritores, la Ciro Alegría, ha lanzado catorce volúmenes y ha coincidido en varias ocasiones con la gestión del gobierno local, iniciativa que ha permitido la reedición de algunos clásicos huamachuquinos. La realización de la muestra de pintura,  teatro, concurso de danza y el encuentro Baquerizo realizada el 2010.
La reflexión sobre el quehacer cultural de Huamachuco aparentemente es inexistente, pero si uno indaga un poco nos encontramos  con un estudio serio de la poesía que llegó hasta 1982, me refirió a Los poetas de Huamachuco de Julio Galarreta Gonzáles.[1] Con seguridad uno de los trabajos más serios pues repone para lo que aquí llamo literatura regional a poetas como El Tunante, Abelardo Gamarra en los rasgos más característicos de su poesía. 
De hecho es difícil, como lo expresé en otra ocasión, laborioso crecer bajo la sombra de dos de nuestros clásicos: Ciro Alegría y César Vallejo. Es decir, dificultoso hacer poesía, hacer narrativa, si no se pasa por los grilletes, la trampa de la imitación y silenciamiento o la comparación inevitable con ambos escritores universales. Aun así, la poesía y la narrativa no se detuvo, hizo todos sus intentos, hasta configurar lo que hoy propiamente llamamos vigencia de las poéticas de Huamachuco, asunto que lo observo con igual efusión en el Movimiento Capulí, Vallejo y su tierra que tiene como escenario ritual Santiago de Chuco o Namul en Guadalupe y que se han constituido en polo de desarrollo literario cultural de La Libertad.
La sombra de nuestros dos clásicos ha sido extremadamente intensa que pocas veces ha dejado ver algunos nombres. Tal vez dos de ellos llaman la atención por su apego tradicional, me refiero al autor de Kero de Néstor A. Gastañadui y  al narrador, que aparece ahora vinculado a lo que ocurre con la movida literaria alrededor de la Asociación Ciro Alegría que promueve Flores.
Sin apego a la tradición, desconectados
La primera impresión es que se trata de un grupo de jóvenes poetas que están en plena búsqueda. Creen en la poesía, en la literatura. Converso con Iván, con Luis Alfredo Vílchez y con Anngie Tatiana Coronel Tirado, los tres coinciden en que la literatura es exigente.  Si Iván y Luis Alfredo están abocado a la narrativa, desconectada con la realidad, la prefieren imaginar más allá de lo cotidiano, Anyi trasunta una poesía más reflexiva, como se apreciará en sus escritos que aquí publico.  Sus lecturas no son necesariamente contemporáneas, son más bien lecturas de iconos que circulan en ámbito nacional y latinoamericano. Cuando indagamos sobre la imagen literaria de la zona,  sus respuestas resuman algo decepción: la gente no lee, la gente no está acostumbrada a la literatura. Y al mismo tiempo, reconocen a Ciro Alegría y a César Vallejo como iconos fundamentales, y cuando rastreamos un poco más atrás, tratando de ver hasta qué punto, Abelardo Gamarra se incluye en la imagen de la tradición literaria huamachuquina, aparece como un referente histórico, aunque no leído. Iván circula en internet, sus cuentos se lee en fanfarria.com, pronto debe salir una revista en la que publicarán sus trabajos, hace un par de años publicaron una plaqueta para llevar al Capulí de ese año.

Proceso y reconocimiento
Más tarde conversamos con el poeta Edwin Coronel Peña (Bambamarca, Bolívar, 1983), su primeros poemas lo publica en Illari ch’aska,  revista que se publica el 2002. La conversación discurre con tranquilidad, sin apuros. Uno ya ha se ha desacostumbrado a percibir ese hálito poeta que se diferencia del ciudadano común. Y es que el poeta se distingue en su modo de hablar sencillo, pausado. Parece que la palabra se mide en cada secuencia de nuestra conversa, parece como si la palabra se eligiera para que el poema sea perfecto.  Reflexiona sobre su propia poesía, la considera laboriosa, una responsabilidad tremenda, y hay que dejarla que madure.  Respecto a la publicación, enfrenta también las contingencias y vía crucis que los escritores viven en todo el país. Es decir, a la espera de un auspicio o solventar con su magro sueldo su proyecto poético.  Me recuerda la importancia de algunos poetas de la zona, entre ello me pone un nombre que destaca al “poeta campesino”,  Jorge Baltazar que en los 60 inició sus publicaciones; entre otros destaca a los poetas Clodomiro Guevara y Néstor  Gastañadui, Richard Vargas y Luis Flores.
Sus lecturas revelan el encuentro con la palabra poética de Blanca Varela, Enrique Lihn, Jorge E. Eienson,   Pizarni.  Me detengo un detalle, le pregunto que leen en la escuela. Me responde que hay pocos esfuerzo de lectura, los libros no llegan a los centros escolares, los profesores prefieren leer o resúmenes o libros de autoayuda. Indago. Entonces, caigo en la cuenta que se trata también de un profesor de Comunicación que trabaja en la zona donde tiene lugar los principales referentes de la narrativa de Ciro Alegría. Pero ni Los perros hambrientos ni La serpiente de oro hay  en esos lares. Ni que decir de El mundo es ancho y ajeno.  Si llegan, aparecen como libro resumido y muchos de los maestros ahora utilizan textos simplones, de autoayuda.  El poeta decidió sacar fotocopia y encuadernar para sus alumnos de cuarto y quinto puedan leer las novelas de Ciro Alegría. Aún más, como parte de los logros educativos, presentó este año una recopilación de relatos orales que fuera trabajada con ancianos, as, del lugar y presentado como un feliz reencuentro con su propia cultura.  Como poeta me habla de su continuo desapego a publicar, los riegos, el cuidado que hay que tener con las mismas. Ha publicado algunos poemas.
Cierto resulta ambiguo hablar de literatura regional porque cuando un escritor se desprende de su localismos deja de ser regional. Parece ser el axioma. Discutimos sobre esto.  Lucho me adelanta que me voy a encontrar con dos poetas más. Me encuentro con Richar  y Paul.
Me sorprende con la poesía Richar Vargas Olivares.  Su actividades básica no está vinculada con la materia de la humanidades, no, se dedica a la construcción. Pero su poesía es una de las construcciones más finas que hemos leído en los últimos tiempos. Su poesía, tiene vuelo, es de primera. Nos ha leído dos poemas de su libro El reverso de nuestros infiernos. Su inicios literarios se remontan a la Asociación de Escritores de Huamachuco y a la tertulia literaria que comparte con Luis Flores,  su tentativa poética tiene mucho de seriedad, es un trabajo abocado a la disciplina, corrige, revisa, vuelve a revisa, hasta encontrar la palabra exacta que exprese el sentimiento del poeta o el sentido y sentimiento que desea trasmitir el poeta.  Igual, nos queda la sensación descontento, la gente no lee, el gobierno no invierte en cultura. La gente lee poco.
Ocurre lo mismo con Paul Orlando Vera que no es sino el mismo Paul Quispe nombre que se le conoce en el ambiente literario de Huancayo, Trujillo y Piura.  Su proyecto de escritura va en serio, fue uno de los impulsores de la movida de Huamachuco, con Granizo lunar –compartida con Lucho Flores-, época en la que también desarrollaron varios concursos de cuento, de poesía y declamación con los auspicio de la municipalidad local. Su trajinar por Trujillo tiene una estela del promotor cultura, del que se lanzan con iniciativa creativa; publicó su Antología del cuento Humachuquino (2009). Su propio trabajo se incluye en el horizonte de un proceso, pero también nos recuerda la sombra de Ciro Alegría y César Vallejo que opaca a los escritores de la zona, estima que con Gastañaduí se rompe sobre todo con su poemario Kero.

Con Luis Flores Prado
Ha dirigido la revista Nube… y ha publicado su libro de cuento El duende verde, donde el cuento moderno modula al relato de tradición oral, un libro que cautiva desde la primera página. La conversación desarrolla con la calma de un hacedor de la cultura, de quien asumió hace tiempo que desde su este lugar, desde el interior del país se puede gestar una cultura pujante. Luego de su tránsito por el Pedagógico y la experiencia del Círculo Vanguardista César Vallejo, en medio de un contexto que hizo vivir al filo de la navaja (Me refiero a la guerra interna que afectó a todo el país, Huamachuco no era la excepción), tuvo que salir de la Tierra de El Tunante. Tuvo un larga estancia en Lima, allí lee sus primeros cuentos, en la entonces ANEA; entre el Patio Letras de San Marcos y La Cantuta, gana experiencia, esta le permite “trabajar la palabra, la belleza”.  De la anterior de la experiencia continuaran Ronald Díaz Escalante  y el narrador Guillermo Padilla. La literatura tendrá esa fuerte carga de identidad.  La experiencia de Lima le permite observar los procesos que se viven, la literatura que se está produciendo, nuevas lecturas, nuevas autores.  Trae una visión más abierta, esta permite articular un grupo mayor a la experiencia del círculo, 1998 será la organización de Asociación de Escritores y Artistas en Sánchez Carrión (ASESAR-SC), ese año también aparece la revista Granizo de arena. Se trata de un núcleo que se manifiesta en contra de todo aquello que signifique atentado contra la cultura, una suerte de recuperación de lo que había ocurrido en la experiencia de Ímpetu, en los años 50-60. Luis Flores, reflexiona,  “¿Hay una política cultura? No, pero el gobierno local, apoya, le pone atención; una atención especial por la cultura”, aunque esto no sea todavía como un evento que falta consistencia.
Pero, vuelvo sobre la pregunta. Entonces: “Huamachuco hace tiempo ha dejado de vivir a la sombra de aquellos iconos culturales, y eso ha permitido que aquí se siga creando y no es esa avasalladora imagen que  se venía imponiendo.” Su optimismo revela lo que está ocurriendo. No es un incidente, expresa el estado de ánimo de los escritores de Huamachuco.  Si se reconoce una marca enorme, la presencia de Ciro Alegría y César Vallejo, y si a ella se agrega la de El Tunante, Abelardo Gamarra, pareciera difícil afrontarlos.  Y si a ello se suma, en la tradición inmediata, me refiero, a la generación que los 70, pero que vienen de los 50, la publicación e Kero, de Néstor Gastañaduí y Puma habano,  de Clodomiro.
El esfuerzo se muestra en los 14 volúmenes publicados por la Asociación Ciro Alegría y lo que la Municipalidad provincial de Huamachuco ha consignado para la cultura. Esto como un logro en los últimos años. Un presupuesto que ha comprometido 120, 000 nuevos soles para invertir en promoción cultural, entre ellos promoción cultural, biblioteca, danza, pintura, y literatura.  Este presupuesto, me dice,  “Es una exigencia, no un compromiso político”. Un logro, aun cuando la inversión sea absolutamente modesta: actualmente se destina 15 000 soles para  la publicación libro. Esto evidentemente.
Luis Flores Prado, piensa un momento. Y como si volviera a dibujar un instante lo que ocurre con la literatura, se detiene y me dice: “hay que contrastar lo que ocurre en Huamachuco. Si bien es  positivo y es una de las entidades ediles que invierte en cultura, contrasta, aún falta incursionar y convertirla en política cultural. Y dentro de esto, pensar,  en lo que ocurre con otro lados, por ejemplo, lo que hacen los escritores en Trujillo”,  “plan lector” y por eso, ha pensado “trabajar un antología que no solo sea pensada en termino de difusión y sino también en términos didácticos para Huamachuco”. Finaliza, diciéndonos que hay que “pulirnos más”,  para lanzarnos, para que “salgamos colectivamente”, y que “hay que enfrentar la difusión del libro, de publicarte, de ser parte de las imágenes cotidianas de Huamachuco, como la contradanza, como las actividades cotidiana”. Mientras tanto, nos queda la certeza de algo nuevo está ocurriendo, algo nuevo.




[1] Armando Arteaga, “Julio Galarreta González y la literatura de Huamachuco en Tierra Ígnea (25 octubre 2009) <http://terraignea.blogspot.com/2009/10/julio-galarreta-gonzalez-y-la.html>

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