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Escrito desde la
diáspora, Hawansuyo ukun word (Grupo Pakarina, 2014) de Fredy Amílcar Roncalla resulta un libro
irreverente, tiernamente cuestionar y profundamente inquietante. Su lanzamiento
llama la atención porque rata de un libro de la disidente, mejor aún, de la
irreverencia epistémica, por ello anticolonial, propositivo y creativo. Una
escritura que no necesita de la autoridad de la Academia ni de la lógica del conocimiento
global que demandan las indexadas, ni se alinea ni aliena con la borrasca a la que
nos tienen acostumbrados el poder en sus hegemonías teóricas. Roncalla nos
propone una poética que va más allá del molde que exhiben las teorías de las
culturas y la literatura y con ello, una propuesta desinhibida para acercarnos
a las diversas manifestaciones de las culturas que se producen en los Andes.
No le basta detenerse
en la escritura, por eso pasa de esta la música, a la danza, a la etnografía. Si
su escritura es transandina, su reflexión posmoderna se hace desde una locación
que se sabe desterritorializada. En Hawansuyo
ukun words encontramos aquello
que la cartografía hegemónica no
exhibe ni muestra ni estudia. Lo hace desde la sabiduría del wayki –el hermano,
que está y no está, en el mismo sentido de hawa
(afuera)- que se sabe de un ayllu,
que dialoga con las teorías contemporáneas,
que vuelve a las categorías andinas, aun cuando el suyo sea un
no-espacio (hawan, otra vez, en el ciberespacio). De allí la importancia teórica de este libro.
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Como libro se
estructura en siete secciones que revelan la naturaleza de un territorio
poblado por relaciones vitales y por ello, afectiva, como ocurre con Yucay, Ñawin pukyo (1), que aparecerá como una
memoria presente a lo largo de toda su poética. Si el texto fue imaginado como
territorio andino, este no podía desligarse de lo ocurre en la cultura
contemporánea, de esta suerte, “Recuerdos de Yucay” resulta un
testamento-propuesta teórico que
interesado en la lectura espacial vuelve sobre la poesía Juan Ramírez
Ruíz, exactamente posmodernas y simultáneamente dialogante con los orígenes.
Las escrituras contemporáneas
serán celebradas en una metáfora extraordinaria Golondrino (2) como poéticas que de impacto en la cultura país
(Cesáreo Martínez, Róger Santiváñez, etc). A otra que resulta extremadamente
importante, esto ya en Palabra quechua (3), por la manera como critica “hankalla
epistémica” (torpeza epistémica) y advierte las escrituras quechuas en su
radical dualidad de proceso, desde la letra (en quechua, claro: Ugo Carrillo,
Gloria Cáceres, etc.) o desde la voz –que luego llega al escrito con todas las
resonancias (narrativa oral de Pujas, etc.), incluida la reflexión sobre la
escritura y el sujeto de esta (Julio Noriega). Pero igual, cuestiona el “paquete cognitivo del discriminador”, se
responde a una pregunta: “¿iman chay corrección gramatical nisqanku? Ese aferramiento
al andamiaje de significantes superficiales de una simple herramienta, haciendo
de ella una condición de ser, es un rezago colonial cuya estética es la
huachafería y cuya ética la violencia.”
(89)
Luego focaliza su
atención en la Música (4), revisa tanto
las realizaciones tradicionales como esas otras que se desarrolla en el
contexto del mercado. El texto clave para el debate latinoamericano sobre la
vigencia de nuestras culturas será “El huayno quechua en YouTube” que involucra
el territorio, sonidos, instrumentos, pertenencias, soportes, mercado, pero
sobre todo el idioma. En Hananpacha pata
(5) vuelve sobre los dioses y nos entrega otra clave teórica “El Taki Onqoy, el
qellqa onqoy y el lenguaje de los dioses”, una lectura que supone la intensidad
y los vacío en la construcción y comprensión desde la música-danza, el cuerpo,
la memoria y la inscripción de la mismo, que inevitablemente se asocia a los
orígenes: un cuerpo que es presencia no
“espíritu elusivo” sino cuerpo que “actúa” con “su música y su canto” (170).
En A las orillas del Vilcanota (6) nos ofrece su poética del espacio,
su reflexión sobre la poesía de quechua de Odi Gonzales y del testimonio del
Tayta Ciprian. “Poéticas del espacio” será un texto chawpi que muestra su
vigencia, su contemporaneidad. Lee el espacio como poema, Yucay tiene coordenadas
que dan lugar a una lectura poética (“un componente estético en la
denominaciones de lugares”). Pero, ¿qué entiende por poéticas del espacio?:
¿Qué sería,
entonces la poética del espacio? Hay probablemente un nivel estático y otro
dinámico. A nivel estático la poética del espacio daría cuenta de la
denominación, el significado, el orden y las posibles relaciones estructurales
de los nombres de lugares de un ambiente dado. Y el nivel dinámico da cuenta de
las diversas relaciones entre el factor espacial y el factor humano. Un ejemplo
de esto se puede reconocer en el sistema de laymes donde diversos laymes
ubicados uno separado del otro da lugar al cultivo por rotación, lo cual incide
en la percepción de la temporalidad y la ciclicidad de las comunidades andinas. (186)
Ámbito que no está
desligado de una reconciliación con memoria (mito, rito, origen) y “el plano actual, histórico y cotidiano”, que
se asociaría a la impronta del “reconocimiento de un vacío esencial”, dicho de
otro modo a esa “marginalidad [que] reconstruye, instituye y alimenta la
centralidad del lenguaje” (190). No será directiva sino dinámica y hasta
ambigua, cuyos desplazamientos (periferia-centro) se explica como “la
dialéctica de oposición y complementariedad entre arriba y abajo cada término
guarda dentro de sí una característica del otro. Cada extremo de la dualidad es
agente y receptor de trasformaciones mutuas. Esta misma coexistencia de lo
estrictamente antagónico con lo comúnmente compartido parece estar presente en
las mediaciones anteriormente referidas y pueden ser una pauta de reflexión
acerca de expresiones específicas de una dialéctica universal general y andina
en particular.” (200)
Si al inicio aparecen
dos paratextos, la doble celebración, Juan Carlos Olazábal (“Andino y Global”,
que va en la de Castilla y la Pablo Landeo (“Hawansuyo ukun wordsmantawan
ayllukunchikkunapi posmoderdamanta”) que va solo en quechua; el libro tiene su
cierre, Aschatawan (7), con una
entrevista que le hace Juan Zevallos y ya como conjunto podría acaso volverlo a
leer en clave andina, como un atipanakuy.
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Desde Escritos Mitimaes a las diversas
entregas de sus poemas mixturados en lengua quechua, castellano e inglés, hay
una escritura desbordante de Hawansuyo
virtual y de esta al libro hay simplemente la continuidad de un runa que se
plantea una mirada desinhibida, moderna
y siempre trasgresora. La suya tiene la sabiduría de un wayki que lee el espacio
(pacha) como permanente relacionado. Así su acercamiento si parte de un “locus”
como Yucay al mismo tiempo se replantea el “logos” como un incidente que tiene
desde la perspectiva de Roncalla una representación descentrada, anticolonial y posmoderna, por ello resulta un
“sujeto del acto” (en sentido vallejiano del término) que emparentamos con las
teorías del Sur que tiene en Carlos García-Bedoya (Indagaciones heterogéneas, 2012) a uno de sus mayores
representantes o la mirada indígena de Andriana Paredes Pinda (Epu rume zugu rakizuam: desgarro y
florecimiento, 2013)[1]
El libro mismo acepta
una modernidad iniciada por globalización. Inevitable la resonancia moderna de Inca
Garcilaso (romance, latín, quechua) al igual que la radicalidad de Guaman Poma
(castellano sublevante con inscripción
de varias lenguas andinas). Roncalla sabe que el español esta lengua le resulta
insuficiente para expresar su poética. Su escritura transita por la poesía, el
testimonio, la música, la plástica, etc.,
aparece con un tono confesional,
la primera persona, que contextualiza su estudio, sin que ello
suponga, el olvido de las teorías en
curso o las experiencias etnográficas. El
trazo de su escritura admite la presencia del yo y al mismo tiempo un vasto
conocimiento de lo que está ocurriendo con los procesos culturales andinos en
los tiempos posmodernos. La de un estar aquí y estar allá.
Se trata pues de un
libro que nos invita a desinhibirnos de los corceles tradicionales, de las
camisas de fuerza de teorías culturales y literarias, un libro que apela a una racionalidad dinámica y abierta, que
encuentra su chawpi e inspiración en las tramas conceptuales andinas. Hawansuyo ukun words es de esos libro
que nos abren las puertas, desde el que se respira y vive el mundo, desde
adentro/desde fuera, en una suerte de dialogo de zorro que apenas empieza y que
desde ya se posesiona, mejor aún, diálogos
de zorros, atuqkunata willanakunchis.
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Tales sentidos nos remiten
a su portal Hawansuyo <http://hawansuyo.blogspot.com/>
que hace ya un buen tiempo está atenta a los procesos de discusión y debate, las confluencias en foros y enlaces,
la pronta comunicación sobre los atropellos que ocurren en la región y las inevitables
denuncias cada vez que se producen atentados contra los derechos humanos,
civiles e indígenas; los eventos y realizaciones por lo que Hawansuyo no solo se ha instalado como
testigo de la época sino en protagonista y referente de consulta obligatoria
para la cultura latinoamericana y, de manera especial, para las reflexiones del
Sur. De esta suerte Hawansuyo se convirtió desde el ciberespacio en un lugar de encuentro, una página de
seguimiento de las versiones contestatarias, de los encuentros prontos y desde
la diáspora sin nostalgias perversas en la entrañable conversa con un “sujeto
andino migrante en el extranjero” (146), waykilla, con quien dialogamos sino a diario al menos
semana a semana.
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Su aporte radica
precisamente que en su acercamiento multidimensional (sujeto, sensibilidad y
espacio, categorías quechuas, modernidad y vanguardia, mercado y globalización, artefactos
culturales vinculados con los espacios específicos y dimensiones
socio-culturales, etc.) que a lo largo
del libro se van esbozando. El matiz autobiográfico que aparece enmarca la
teoría, la contextualiza, la bordea de historia, con ello que volvemos a la
radicalidad de su propuesta, hace triza a la “hanllaka epistemológica”, a ese
torpe, tonto, episteme. El lector se
preguntará una y más vez, ¿qué tipo de
libro es este? Es una proclama, una poética, un estudio… cierto. Lo que ocurre
es que, desde la propuesta andina de Roncalla, la forma se inserta y no se
subordina a una hermenéutica ascética ni menos apegada a las recomendaciones de
los Issos, no. Precisamente, su disidencia lo lleva a ver cómo en la producción
cultural andina contemporánea hay un vanguardismo que trasgrede la modernidad y
que descentra la codificación tradicional de las culturas andinas. Su lectura
es abierta, como lo es su escritura. Si en su poesía ya leímos las
trasgresiones al lenguaje, el paso del quechua al castellano, del quechua al
inglés, en una polifonía de los tiempo de la diáspora. En su libro encontramos
esa dinámica que, apelando a categorías andinas pone en tensión no solo el
objeto, de allí la pertinencia del sujeto de enunciación que puede aparecer como
la primera persona que testimonia, que recuerda hechos y anécdotas y que van organizando
el texto crítico al tiempo que repasa
las teorías, las lecturas “autorizadas”, ofrece la suya. Hawansuyo ukun words no admite la afasia del subordinado; el yo se entrecruza con el saber académico y
se construye nuevos saberes.
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Su escritura es una
propuesta enriquecedora. Hawansuyo ukun
words resulta una contribución a los
estudios y procesos culturales latinoamericanos y una plataforma teórica andina
anticolonial y antiglobalizante, en estricto andina y posmoderna. La reflexión
teórica de Fredy Roncalla no parte solo del debate académico ni del encuentro
ingenuo de categoría andinas, sino y sobre todo un lectura abierta,
iconoclasta, donde no hay un solo sentido de lectura, sino una lectura plural,
una suerte de quipu que empieza a leerse en su propia complejidad y desde el
arcano de su contexto –incluido, claro está el mercado. Sin lugar a equívoco, un libro de la
diáspora, una poética contestaria, plástico, subversiva que reinventa la
paqarina, que nos devuelve al espacio (pacha) y nos recuerda que los discursos y artefactos están
emparentados con todo lo que tiene a su alrededor. Escrito desde el hawansuyo, Freddy Roncalla,
la suya es la del waykiy que ha retornado, con del waykiylla que está pero al
mismo tiempo no está, en una apertura irreverente que instalado en dialogo con lo andino advierte
densidad de formas y gamas de significados. Una escritura iconoclasta que gana
el discurso de la ternura, de un sujeto que es (sujeto del acto), que vuelve sobre el humanismo del siglo XXI. Un
libro que se teje de sensaciones, lecturas, encuentros, reminiscencias, poesía,
y cuestionan el episteme sobre los cuales trabajamos los texto. Hawansuyo ukun words de Fredy Roncalla resulta una poética
cautivadora y sublevante, una escritura contrahegemónica, antiglobal, anticolonial,
de la irreverencia epistémica.
[1] Espacios
compartidos por críticos y teóricos, menciono solo algunos, Claudia
Rodríguez, Miguel Rocha, Carrasco Muñoz, Enrique Fofani, Manuel Larrú, Carlos Huamán,
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