El mar
tiene en el universo literario regional a inspirados líridas y notables
creadores: Alcides Spelucín, Horacio Alva Herrera, Wilfredo Torres Ortega, Juan
Paredes Carbonell, Andrés Aguirre Lynch. Entre los narradores destaca Santiago
Merino Acevedo. En todos ellos, el mar generalmente es un elemento primordial
del paisaje y del universo de ficción; los puntos más altos son Spelucín y
Torres Ortega.
En el
reconocimiento de tan formidable constelación de antecedentes, Bethoven Medina
Sánchez es la voz que trasciende y desborda el referente marino como estampa
cotidiana del litoral, para convertirlo, más que en un elemento contextual, en
protagonista del universo de ficción tan original y artísticamente construido
hasta plasmarse en un fruto , realmente superior y cimero.
Estamos,
pues, ante el ecuménico, complejo y vasto “Ulises y Taykanamo en altamar”,
libro que rompe con audacia el tema local, para dotarse de dimensiones y
magnitudes universales. Tan hermosa realización no es resultado de simple
raptos sublimes de inspiración, sino que eleva la poesía hasta esas funciones
que autores tan autorizados, como René Wellek y Austin Warren (“Teoría
literaria”) postulan como forma especial de conocimiento de la realidad, para
cuyas aseveraciones no se requiere de pruebas o comprobaciones, sino que se
aceptan por convicción absoluta. De acuerdo a esta concepción, la poesía no es
solo expresión de sentimientos, sino también plasmación de ideas y
pensamientos.
El
proceso de construcción de este extraordinario y sin precedentes poemario
arranca del pasado remoto con dos localizaciones emblemáticas específicas: los
ancestros chimús y griegos, personificados en Taykanamo, “fundador de la
dinastía de los caciques de Chan Chan”, cuyo nombre significa “El que toma el
saber de la lluvia”, y, en el otro lado del mar, el legendario Ulises u Odiseo,
rey de Itaca, que navegó por siete islas en procura del retorno a su fiel
esposa Penélope.
El
tiempo pasado, sin embargo, no se pierde en la rememoración de un estado remoto
y cancelado, sino que se actualiza y proyecta al presente y al futuro, con lo
cual se demuestra que la palabra es capaz de superar y vencer al tiempo y al
espacio, a los que dota de nueva
vitalidad y espíritu.
La
arquitectura estética del libro exige como condición previa un gran conocimiento de la cultura, la
historia y la mitología de los referentes andinos prehispánicos y griegos. La
opción por el mar tampoco brota del azar, sino de un claro conocimiento del
elemento primordial de la vida. Tampoco es una referencia fría e impersonal,
sino una afanosa búsqueda que culmina con el reencuentro del amor entre Ulises
y Penélope, así como en un canto de amor a la innombrada pero bella princesa
Chimú.
Desde
otra perspectiva, la nativa, ciertos elementos mencionados, como los ceramios
no son objetos fríos, decorativos e impersonales; no son objetos o piezas de
exhibición curiosa; son seres pletóricos de conocimiento y sabiduría, que
contienen en sus formas, colores y perfiles, un caudal inagotable de lecciones,
conocimientos y mensajes, pues los orfebres no los modelaron con fines meramente
estéticos, sino como plasmación de ideologías, concepciones, creencias, conocimientos,
conceptos, experiencias y actitudes ante el mundo, la vida y la humanidad, por lo que
corresponde a lo que los teóricos llaman “arte útil”.
Por
otro lado, por el tono entusiasta, emocionado y admirativo, “Ulises y Taykanamo
en altamar” es un canto coral épico al mar universal en su conexión íntima con
los andes, y que concluye con un anhelado y esplendoroso final. Asistimos, por
tanto, a la plasmación de la poesía como arte supremo, pero también, en sus
vastas proyecciones, como búsqueda del ser, de nuestros orígenes y ancestros y,
por tanto, como construcción de la identidad étnica, cultural e histórica de
nuestro destino.
Estamos
también ante un himno universal y un anhelo emocionado de integración cultural
del pasado, de inclusión total en lo físico, geográfico, mitológico,
antropológico e histórico, como
plasmación de los esfuerzos y concepciones de la concentración e integración de
las magnitudes esotéricas de arriba y abajo, o de cielo y mar, que se resuelven
en la unidad. Se trata también de una poesía que expresa la necesidad urgente e
impostergable a favor de la conservación y purificación ecológica que amenaza
con arrasar y contaminar la vida del planeta.
El tono
expositivo propio de la poesía, en el poemario de Bethoven se plasma en una épica
magistral y colectiva, en un caudal lingüístico, que fluye constante,
irreversible, indetenible. En pocos poemarios como en el presente se hace gala
de un lenguaje vital y expresivo, que no rompe, ni altera, ni quiebra la
sintaxis, sino que la dota de mayor fuerza emotiva e intelectual, como lo
quería Aldous Huxley, al propugnar la integración armónica de la ciencia y la
literatura.
Fuentes:
La ventana cultural, de la Voz de la Calle.
Trujillo, 20/08/2014
La ventana cultural, de la Voz de la Calle.
Trujillo, 20/08/2014
La Industria. Trujillo, 21 /08/ 2014.
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