Breves apuntes sobre Fiesta trasnacional II Fredy Amílcar Roncalla

Breves apuntes sobre Fiesta trasnacional II

Fredy Amílcar Roncalla
Hawansuyo


Si algo caracteriza  la fiesta en los andes es que a partir de una serie de reglas generales –rotación de cargos, flujos reciprocidad, territorialidad y pertenencia, etc.- se entra a un periodo de alta densidad donde  música, comida, licor, baile,  rituales y relaciones humanas ponen en escena  varias dinámicas sociales y culturales. Relatado a  pinceladas  aleatorias,  el proceso que lleva a los migrantes celebrar la fiesta patronal de la Virgen del Carmen en Cabanaconde en 2012,  da lugar a  Fiesta trasnacional II (FTII), una película  rica en detalles musicales, de vestido, lugares, conflictos, e historias globales y locales.

En 1992, el primer documental de Wilton Martínez  y Paul Gelles, Fiesta trasnacional I (FTI), cuenta la historia del cargo que  don Teodosio Quispe, cabanacondino residente del área de Washington DC,  va a pasar por la fiesta patronal de su pueblo de origen. Ya para entonces la comunidad  de Cabanaconde tiene sus pioneros  establecidos en el área. Esta película, la primera que explora los límites trasterritoriales de la fiesta y las identidades andinas, se convirtió en un clásico. Veinte años mas tarde, en 2012, Wilton Martínez  y Paul Gelles  tuvieron la feliz idea de hacer un seguimiento de la fiesta,  cuyo cargonte es  Nilo Abril, yerno de Teodosio Quispe, y actual patriarca de la comunidad cabanacondina en el área de Maryland y Washington DC. Si bien la película cuenta varias historias y retratos visuales  y musicales, hay tres momentos claros. El primero es el de los preparativos en  Maryland. El segundo es el de la fiesta misma. Y el tercero es el retorno de  Cabanaconde a Maryland.  Este discurrir, que se teje  en dialogo con FTI, se apoya en el seguimiento a varios miembros de la familia presentados  en el trascurso de la fiesta, participando de ella, y respondiendo  al ojo etnográfico de la cámara. Lo que sigue son algunos apuntes.

            La fiesta mayor de la virgen  del Carmen es laguna central donde convergen  afluentes festivos tanto en  Maryland como en Cabanaconde. En Maryland son los parques, casas, y locales comunales los que sirven a ello.  En un parque, donde toca una banda completa y un grupo de mujeres viste el traje  típico, indígena, de  Cabanaconde, un grupo de mujeres es presentado como “las pioneras y mártires del descubrimiento de este país”. Entre ellas está Viviana Vera, tal vez la primera migrante de Cabanaconde a Washington y quien en FTI es mostrada en una conversación sobre  la realidad de la vida con su esposo americano, el cual sostiene que se ha casado no solo con Viviana, sino con toda su familia. Pero un momento revelador se da en la casa de Viviana a vísperas de partir a Cabanaconde. Da la coincidencia que es el  4 de Julio. Los juegos artificiales de los muchachos de la segunda generación celebran la pertenencia a “nuestros dos países”, cosa que es reiterada por Viviana. Pero lo interesante  de este ser lleno de vida, alegría y generosidad, es el discurso de bienvenida que da en su casa expresando su amor a su familia y a sus amigos, entre los cuales hay varios  “latinoamericanos”. Entre bromas   alguien dice a ver si Viviana se trae algún compañero de Cabanaconde, algún “cieguito”. Hinaspa la señora que al final de la película recibirá con su esposo el cargo de la fiesta de Maryland, dice “no creo que haya ningún Romeo. I don’t think so. Kutimunki ya mama llaqtaykiman”.  Revelador momento. El retorno  es marcado por el quechua, pero  el espacio de llegada manam Cabanacondipichu. El quechua marca el retorno, que puede estar en cualquier parte, pero no necesariamente en el origen. La migración ha hecho que el origen y la identidad sean trasterritorial, multipolar, de varios  significantes, de archipiélago, de continuidades y  rupturas. De infinidad de dinámicas centrifugas que se irán a resolver con la devoción a los santos patronos y las fiestas mas allá de la comarca. Hay ejemplos parecidos en el caso de la Virgen de la O., de Oyón, que tiene su fiesta en Queens desde finales de la década de los ochenta, del Señor de los Milagros, de los clubes de puquianos en Queens y Connecticut, de los cargos de ayacuchanos en upstate, de bandas completas de músicos como los “Astutos” del centro, y en los cada vez mas presentes danzantes de tijeras desplegando funciones rituales y de espectáculo.  Pero lo que manda – y define el archipiélago andino desde hace miles de años- es la referencia y el retorno al espacio central. La infaltable dualidad entre la salida y el retorno real y simbólico.

Otro momento revelador, es cuando Hilda Quispe  recibe en su casa a Paul Gelles y este tiene una comunicación entrecortada con Teodosio Quispe y esposa. Luego de la conversación, a víspera  de viajar a Cabanaconde, la cámara sigue a don Teodosio y esposa saliendo  de una casa, caminando pasos ancianos agarrados de la mano por un parque y llegando a otra. Ecos de Kurosawa. Metáfora del tránsito de la pareja desde vivir con seis hijos en Cabanaconde, migrar a Maryland -por la obligación de darles el green card a los hijos-, pasar un cargo y prepararse para la fiesta y el viaje final. Porque  a comienzos del año siguiente fallecería don Teodosio.  Anteriormente, al inicio de la película Hilda Quispe, que  fue la primera en comprarse una casa, declara  que la fiesta de la virgen del Carmen se hace en Maryland porque aquí está el grueso  de la comunidad, por  que “con eso hemos nacido, hemos crecido, y eso es lo que nos gusta”. Pero ya la posta ha sido tomada por Nilo Abril y Lucy Quispe, hija de don Teodosio.

A breves declaraciones de Nilo Abril sobre los preparativos económicos, y de Lucy sobre  las capas cosidas en Arequipa que va a llevar de Maryland a Cabanaconde, le sigue una segunda parte centrada en la fiesta de la virgen del Carmen en Cabanaconde. Densa, multilineal, llena de sonidos, colores, y sabores visuales de la comida y el vestido, esta sección está llena de detalles que enriquecen lo que podría ser  la narrativa central de la víspera y los tres días de fiesta.

El cóndor, principal atractivo turístico de Cabanaconde abre esta sección, que luego pasa a “mamayta hina,  taytayta hina/ nunarukurayki / manapuni, manapuni/ qonqawanaykipaq” un huayno cantado por un anciano del lugar.  Tras la llegada de Viviana, que es recibida  con un breve saludo en quechua, varios jóvenes de la sección de ritmo de una de las bandas bailan en la plaza con los sacos en la mano haciendo piruetas coordinadas –medias blancas de por medio- in crescendo. Marcando el tono, la nota, de lo que en los próximos días,  será el rol central de la banda de músicos en la fiesta.  Fellini hina. Y de toda  fiesta patronal en los andes donde los sonidos son mántricos, porque somos  pueblos musicales. Uno de los grandes aciertos de la película, y ello se debe a la fina sensibilidad de su director, Wilton Martínez –con quien he conocido a Rubén Blades, Daniel Kirwayo y Sylvia Falcón- es  que ha cuidado que los sonidos de las bandas estén de ukun musical, pero en primer plano. Y es que en la fiesta del ande  la música es soporte que anima y resuelve todas las dualidades en tensión y confluencia tanto a nivel mundano como sagrado. Fiesta patronal: baile y sonidos ukun, kay y hanan. Aquí valdría una futura lectura del FTI y FTII centrada en la semiótica de los sonidos de las bandas, pero por el momento vale anotar algunos detalles relevantes. El primero sería la presencia de por lo menos una banda completa de músicos –uniformados- en Maryland animando las fiestas patronales y los cargos tanto en parques como escenarios de actuación, donde  alternan con la música  tropical  -bailada circularmente- y suspenden –para el espacio festivo- los sonidos del mainstream acústico: el hip hop y las baladas. El segundo serían las bandas en la fiesta en Cabanaconde donde marcan el  atipanakuy entre Nilo y Benigno en  ríos de pasacalles y huaynos  en calles  y plazas, de día y de noche. Contrastando con el  sonido de un disonante paso doble, de los canticos  católicos de la iglesia, las ofrendas  calmadas del sacerdote en el pago a los Apus, las  esforzadas actuaciones de conjuntos típicos de escenario nocturno,  y el fondo guitarra andina de los intermedios. Sin olvidarse el bello canto del anciano a  la entrada. Y esta afluencia auditiva se le añadiría la confluencia entre los sonidos de banda y el colorido de los vestidos típicos, las capas, enjalmas y bandas multicolores, mas la comida, el licor, y los arreglos florales que hacen del baile y el trascurso de la fiesta una experiencia estética cálida e integral, gracias también  a la composición visual de la cámara y al ojo del director[1]. Pero volvamos al cauce.

Dice Nilo Abril que por tradición esta noche es de capas. Y de vestidos originarios de Cabanaconde, diría yo. Que en el caso de los migrantes en Maryland y en Cabanaconde son  usados para marcar pertenencia y  diversos momentos del ciclo festivo. En toda esta sección  vestimenta, música, baile y comida se le dan al espectador mas como ofrenda sensorial que como descripción etnográfica. Pero como la dualidad permea casi todo el quehacer en el ande, aquello que bordea lo etnográfico es  la rivalidad entre Benigno Ramírez -el otro cargonte- y Nilo Abril. Benigno  Ramírez  sostiene que el principal cargonte debe ser el que  tiene  ganado en el cerro de abajo. Dice tener unas vacas en el cerro de arriba y seis toros en el cerro de abajo. Pero  que se le ha dado preferencia  a Nilo Abril  porque vive en Estados Unidos. El dualismo, que es siempre flujo dinámico y cadeloiscopico, se extiende desde los cerros hasta allende las fronteras. Y despierta pasiones y opiniones variadas.  Uno de los lugareños  apoya a Benigno sosteniendo que los que se han ido afuera son dados a la ostentación y quieren demostrar su riqueza con bandas inmensas[2].  Nilo Abril y sus familiares niegan ello diciendo que la fiesta es del pueblo, para todos.  Por su parte, el alcalde  piensa que  esta competencia es normal, que cada uno quiere dar énfasis a su fiesta, y que sea lo mejor. Declaración acertada, que se repite casi en todos los andes, donde la fiesta popular también se caracteriza por la ostentación y la búsqueda de prestigio social. Caso de las camionadas de cerveza de las hurkas de los cargontes de Mamacha Candelaria, la fiesta  como conducto de prestigio estudiada por Zoila Mendoza en Paucartambo, o los diez mil comensales,   mas bailarines de Andahuaylas y Chumbivilcas, alimentados por la Cooperativa  Los Andes Cotarusi para hacer quedar mal a la empresa Molina en la fiesta del Señor de los Temblores de 2012, en Chalhuanca.

Como tomando una pausa, el primer día es presentado  por tomas panorámicas de los alrededores y las calles del pueblo en sus aspectos cotidianos: un niño sentado en una puerta, un triciclo trasportando un cuero de toro, una anciana con una carga de chala, etc. Otra dualidad: lo festivo y lo religioso  compartiendo el espacio poblano con lo cotidiano.  Pero este día es marcado  por varios pasacalles de los cargontes con énfasis en  enjalmas, capas y vestidos típicos de las mujeres. Discursos alusivos a Estados Unidos y Cabanaconde y un par de entrevistas a lugareños. En una el alcalde se queja del boom de construcción  de los migrantes en Cabanaconde, donde cada uno construye de acuerdo a su criterio y va trasformando el  rostro de la ciudad, que para fastidio del alcalde es comparada con Juliaca. Esto es reiterado por Hilda Quispe en un momento en que se le entrevista acerca de su propia historia económica, desde cuando decide dejar un trabajo para cuidar a sus mellizos hasta su éxito económico actual. En la otra entrevista –al inicio- se señala que  Cabanaconde es un pueblo en el que el vacío de los  migrantes al extranjero lo están llenando migrantes de  Yauri y Espinar que traen  sus propias culturas y costumbres.  Contraste con las declaraciones en una asamblea en Maryland donde alguien sostiene que “los gringos están yendo allá, y nosotros nos estamos viniendo acá”. Contraste también  con una dinámica muy común en otras partes de los andes donde los vacíos económicos los suelen ocupar migrantes aymaras  de Sicuani o Puno.

En la noche, ríos de música y pasacalles van a dar a la plaza, donde  hijos de migrantes, monolingües  en ingles muchos de ellos, y usando chullos peruanos trasformados por otavaleños y tibetanos[3], bailan en la plaza, donde varios discursos de agradecimiento de Nilo Abril preceden a  fuegos artificiales  con una bandera del Perú y otra de Estados Unidos.

El día central empieza con la familia de Nilo Abril tomando desayuno con vestidos típicos y capas mientras él negocia por celular  la hora de la misa. Una entrevista de Paul Gelles a una de sus comadres que vende artesanía para ayudarse, la muestra también con vestido típico y hace preguntar por el rol de este traje en la fiesta, en el retorno migratorio, y entre los comuneros pobres del lugar. Es decir, es el traje del comunero del lugar el legitimo y  un  marcador cutáneo o pastiche el  del migrante?  Es ese el traje cotidiano de la señora que vende artesanía? O, en todo caso, es que  el vestido sirve diferentes funciones sociales, y su brillo en la fiesta es tan valido como su uso cotidiano? Valdría  la pena hurgar en una semiótica comparativa del vestido típico, toda ves que en momento no mostrado de esta película, cuando la comunidad de Cabanaconde va a bailar wititi al Smithsonian, este es el traje que se usa como marcador de identidad. En todo caso, el contraste claro es el de la limitada economía de la comadre con el de los costos de la fiesta, que Nilo Abril y Lucy Quispe pueden afrontar  por el ayni familiar y por su éxito económico. En varias partes de la película, e  incluso en FTI, se hace  seguimiento del éxito de Nilo Abril como “super” de una escuela religiosa de Maryland –desde donde ayudó e impulsó el Cabanaconde City Asociation- hasta que sostiene que el alrededor de los ciento cincuenta mil  dólares que ha costado la fiesta  son una inversión en el pueblo, la región y el Perú.  El gráfico de los costos es revelador:

-capas $400  dólares unidad
-músicos 500 soles cada uno
-toreros $8000 dólares cada uno
-toros de casta $4200 cada uno

Sorprendente que el costo de los animadores principales de la fiesta -los músicos-sea contado en magros soles, y el de toros y toreros en dólares. Herencia colonial dolarizada. Exceso de Bataille, carnaval bajtiniano y “regalo” de Mauss en fase neoliberal.  Cifras a las que habría que añadirse costos de comida, transporte local e internacional y las ingentes  cantidades de cerveza y otros licores que se suelen consumirse en toda fiesta popular[4].

En seguida la dualidad de los cargontes se traslada a la misa central donde  Nilo Abril y familia ocupan el lado derecho (mirando hacia el  cura) y el de Benigno Ramírez el lado izquierdo[5]. Todos vestidos de gala, casi sin mirase, pero  dando y cantando su devoción a la virgen a la que sacarán en procesión por el pueblo con sendos ríos de música, bailes,  discursos y agradecimientos. A la noche, la fiesta se traslada nuevamente a la plaza con énfasis en las nuevas generaciones y la música de escenario, es decir los artistas locales que suelen presentarse en estas ocasiones. Una sección interesante de esta parte es el enfoque en la hija de Nilo y Lucy que se dedica a la fotografía de recién nacidos, habla en un ingles perfecto, y dice que viviría en Arequipa mas no en Lima. Le sigue su hermano, que  culturalmente es mas lejano al Perú,  pero dice funcionar en la fiesta por ser “peruvian looking enough”. Mas tarde,  los hijos de Viviana Vera  dan  cuenta de la ambigüedad de ser gringo en el Perú y latino en Estados  Unidos: al medio, pero no chawpinpi. Uno de ellos viste camisa con la bandera de Estados Unidos  y toca en guitarra eléctrica un fragmento Jimmy Hendrix. Solitaria concesión  al maistream acústico en FTII. Pero el  periodo de migración y de cambios intensos y desencializadores de las cuatro últimas décadas  pasará en la  generación de descendientes de peruanos a otra etapa, en la que  sólo en el mejor de los casos se mantendrán vínculos culturales fuertes con el Perú y los andes.

            El último día de la fiesta es el de los toros. La corrida, como ya había anotado Nilo Abril,  es la que concentra más recurso económicos. Tanto por  el mejor torero peruano de Nilo Abril, como por el matador español y los toreros chumbivilcanos de Benigno Ramírez, el dualismo y la competencia de la corrida va con música, pasacalle, caballos, jinetes, capas y enjalmas dentro y fuera del ruedo. Que la corrida sea tan andina pese a ser tan cruelmente española es materia de otra discusión sobre lo terrible de la identidad y la herencia colonial, y sobre la falacia de la alteridad radical de las actuales culturas andinas. Pero el dualismo más interesante, que  anteriormente Teodosio Quispe había asumido sin problemas al encomendarse al cerro Kuyaq y a la Virgen al mismo tiempo, es aquel del culto a los cerros -expresado por el mismo paqo de FT1- y el  cura local, que con arrogante ignorancia deslegitima lo sagrado de las divinidades locales. Sabido es que los santos patronos no son otra cosa que el nuevo rostro de wakas antiguas. Y que en el fondo, al estar íntimamente  ligado a pueblos y lugares paqarinas,  el cristianismo en los andes es politeísta. Por lo que la reflexión debería preguntarse en si el rango religioso de los Apus y dioses tutelares es ya también  tras y multi territorial, con sus Apus postmodernos.

            El epílogo muestra a la familia de retorno del retorno: en  Maryland.  Lo primero que llama la atención es la ausencia del sonido de las bandas. Como si su exuberancia haya sido remplazada por un vacío de sonidos y la estridencia disonante de las máquinas, del  landmower de Nilo Abril. Que recuerda la fiesta del año anterior y dice estar gustoso de donar un toro para el cargo actual. La familia, que ha sido entrevistada en varios lugares de la película vuelve a estar presente y mostrada en su cotidianidad en Maryland. Viviana como una nanny feliz, Francisco conduciendo su programa de radio con un vals de Los Chamas, una pareja recibiendo el cargo de la virgen en Maryland,  el equipo de futbol en parques que de nuevo –Fellini hinaraq- están llenos de comida, trajes típicos, banda y procesión... Pero quien más me llama la atención es  Lucy Quispe. En el transcurso de la  película ha sido una presencia sólida y silenciosa que ha acompañado a Nilo Abril en todo momento, y ahora nos cuenta de cómo cuando eran chicos los hermanos  tenían que esperar que el padre terminara de comer para repartirles la carne. Luego saca del horno un suculento plato de pastel de papa que muestra no sólo su amor a la comida –arequipeña- sino también  la bonanza  económica -que los migrantes de Cabanaconde no hubiesen conseguido sin superar terribles barreras económicas, racistas  y discriminatorias de haberse quedado en el Perú- que  permite a sus familiares y hermanos estar  siempre en contacto con sus raíces de Cabanaconde en el exilio y en el origen.

Pero acaso volver a ver una y otra ves esta bella entrega -donde además  Wilton Martínez ha elegido música de fondo de Rolando Carrasco Segovia, Edwin Montoya y otros músicos andinos en vez de algún equívoco instrumental  europeo- nos de más lecturas  al placer de verla, escucharla y reflexionar sobre ella kunanpas haykapas, contrastándola acaso con la auto mirada  de los propios participantes en incontables  filmaciones y fotografías de archivos personales y acaso del YouTube, el mas postmoderno del archipiélago de espacios visuales y musicales del ande. Al respecto, vale anotar que la fiesta auditiva y visual de FTII puede ser una buena alternativa a explorar para la filmoteca de  videos YouTube, que al no poder reproducir lo que ve el ojo del espíritu se han  enfrascado en varias retóricas visuales que necesitan abrirse un poco. Como buena fiesta en FTII hay también lugar a ese diálogo. Empecemos comencemos pirwalla pirwa…


Atlantic City, 30 de octubre-12 de noviembre
Chelsea, 17 de noviembre
20014



[1] En una conversación aparte Julio Noriega propone el plano visual como una forma de escritura, a ello  se le podría añadir el plano acústico, que en la historia de las culturas andinas han sido poderoso lenguaje de resistencia y continuidad.
[2] Una queja similar se da contra las bandas puneñas  en el Valle Sagrado, que con su estridencia –dicen- tapan el sonido de las flautas y tambores de las danzas locales.  De hecho, en varias localidades las comparsas puneñas están prohibidas, marcando sendas tensiones  étnicas y económicas.
[3] Que muy probablemente en Maryland y otros enclaves migratorios tengan como sonido preferencial  el hip hop, dado que  los chullos postmodernos son parte de su  vestimenta.
[4] Wilton Martínez comunica que por respeto, y por no dar impresiones equivocadas, no  ha dado énfasis al consumo de licor en  FTII.

[5] Aquí hay una anomalía, generalmente el lado preferido y derecho es el  de arriba, pero  anteriormente Benigno se ha quejado por no ser cargonte del lado de abajo. Y aquí el lado de abajo, en la disposición frente al cura es derecho.

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