Watuchi, hayku, harawichantin de José Antonio Sulca por Gonzalo Espino

Watuchi, hayku, harawichantin de José Antonio Sulca

Gonzalo Espino Relucé (UNMSM)

La publicación de dos libros quechuas y su presentación en San Marcos llama poderosamente la atención. ¿Qué ha pasado con los quechuas que escriben?, ¿por qué San Marcos?, ¿por qué en la ciudad de Lima? O,   ¿acaso se trata de una plataforma que disputa el espacio letrado y la necesidad visibilizar poéticas quechuas como parte de nuestras literaturas? Y con ello distinguir una suerte de anti-canon como prefería llamar nuestro amigo Jorge Luis Roncal y su accionar en una de las instituciones formadoras como la escuela para su difusión y su terca defensa del quechua.

La pregunta ciertamente no es ingenua, pues reclama otra atención. No hace mucho nos preguntábamos con César Itier, ¿qué está ocurriendo con la producción poética quechua? ¿Cuál es lugar que ocupa la poesía quechua Ayacucho-Chanka respecto del tradicional eje cuzqueño? De hecho, y provisionalmente, debe indicarse que la mayor producción o si se quiere, la mayor producción visible no viene exactamente de Cuzco, nos referimos al número de escritores quechuas y publicaciones durante los últimos 20 años. La lista de autores cuzqueños contemporáneos se reduce a un pequeño grupo, mientras que que los del eje Ayacucho-Chanka aparecen como numeroso pese a que sus inicios no fueran tan auspicioso como si ocurriera con Kilku Waraka, respecto a los Porfirio Meneses y Teodoro Meneses por los años 50 en Huanta.

Watuchi, hayku, harawichantin de José Antonio Sulca[1] resulta un libro experimental que rompe con baja y torpe acusación de que los andinos quechuas no experimentan con el lenguaje. José Antonio Sulca muestra la contundencia de las propuestas renovadoras. Lo hace desde un esquema que se siente fresco y cómodo con el ahora de estos tiempos y sin dejar fuera de escena trae formas tradicionales, aventura nuevas formas en el ejercicio poético, en especial, su versificación. De allí que el formato invita a leer desde la dimensión poética a los watuchikuna (100), es decir, a las adivinanzas; pero le resulta insuficiente, muestra el dominio Sulca Effio lo lleva a dos formas más: el kayku (50), de las poéticas niponas, y lo lleva a la escritura quechua a reimaginar la concentración poética en lo que llama haarawichantin(50). La brevedad poética y en torno a ella forma-contenido que será característico los watuchis, hayku y harawichakunas, caracterización que ciertamente nos recuerda al Inca Garcilaso de la Vega de los versos breves, contendiosos para que la memoria los guarde mejor. Anoto que este experimentalismo hay que rastrearlo en la tradición poética cercana,  pienso Gloria Cáceres hace 20 años combinó poesía y watuchis en Riqsinakusun (1996).

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José Antonio me ha invitado para comentar su libro, pero me resulta empresa mayor. Entonces, para facilitar mi lectura enunciar aquí algunas proposiciones:
  1. La fibra poética de José Antonio Sulca ratifica uno de los elementos potenciales de su poesía el puklla, es decir, la capacidad para jugar con el lenguaje en su doble sentido, efectivamente como carnaval, burla, juego sin límites; y las potencialidad de formas breves que suelen ser tiernas pero nos ubica en una tradición actuante. Por lo que, en relación al libro, relievo como rasgo lo paródico y de burla en todo el conjunto.
  2. La innovación y experimentación resulta una aventura productiva para la poesía pues renueva su lenguaje (en términos de tema, componente léxico, ritmo, etc.). Lo que determina el poema será otra vez el ritmo si elide los dísticos semánticos.
  3. La brevedad entonces será otra característica. Los poemas para su ejecución apelan a una economía lexical. La estrofa que caracteriza su poesía será un tipo la sucesión de tres versos, con el que crea una poética andina renovada.
  4. Toda su poesía es portadora de una sensibilidad que está atenta a los cambios. Esto por lo paródico a veces queda en un segundo plano. Debe recordarse que no se trata de un asunto lexical sino de semántico. Entre el reconocimiento a los diversos objetos y cosas, y lo que el poema debe desarrollar.
  5. En la estrategia de las tres secciones del aparecen siempre un enunciado que sugiere un tema y un segundo, que se da alrededor de ello para desarrollarlo. En sensual y la lisura serán recursos preferidos por el autor.


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Donde mejor desarrolla sus poemas será en los watuchis. El ejercicio de escritura quechua ubica a estas adivinanzas como formas poéticas. Para ello, el autor, toma dos rutas. La primera tiene que ver con los objetos del mundo moderno y cotidiano que no siempre corresponde al universo tradicional. No se trata de los watuchikuna comuneros, sino  otra modalidad, lo que se hacen en la ciudad.  Segundo, la escritura creadora de nuevos watuchis escisiona con la tradición, porque su interlocutor en el ahora, el abandonado lector, la pregunta ritual se obvia, aparece como explicita, Imasallá, imasallá o Haykallasá, haykallasá… respecto a la actitud de participante Asá. Por eso, el recurso aparece como poético, no enlazado a una colectividad.

Ese sería también el carácter innovador. Se refiere entonces a un nuevo interlocutor, imaginado, posible. No es que está presente, sino el que llega al libro. Si esto es así corresponde preguntarnos sobre las característica de esta innovación, esta se da porque apela a objeto contemporáneos: ropa (minifalda), artefactos electrónicos, bebidas alcohólicas (ron, anís, cerveza), actividades (maestro) transporte (avión, mototaxi, semáforo), artefacto de entretenimiento (radio, cine). No dejan de estar presentes los objetos tradicionales ni el cuerpo femenino. Aun esta dimensión, y en todos los casos, en estricto, el poeta Antonio Sulca Effio se mantiene en un tradición que la renueva como forma poética. De este modo, siempre hay un juego cognitivo para hacer aparecer la adivinanza (Isabel Gálvez). Por lo que siempre supone la comparación, es decir, la constitución de una metáfora lo suficientemente sutil que deja un registro para hallar la respuesta. Me detendré en las imágenes de artefactos y espacios para el entretenimiento.4: Kasit (Casete), 19 y 71: Wayra wasi, (Radio);  27: Qawana tuqu; 66: Sini (cine).

“Wayra wasi”,  tiene como referente elementos que caracterizan a este artefacto del siglo XX, como aquello que habla o canta o baila, su realización necesita imanar a una joven, es decir, pasña, que escucha o baila:
19
Rimaspalla, takispalla
Kawsaq pasñacha
Cholita que vive, solamente, hablando o cantando.
71
Takiq, rimaq, pasñacha,
Mana simiyuq kachkaspapas.
Jovencita que habla y canta sin tener boca.

En caso de “Sine” la imagen es espacial. Espacio y tiempo se junta, un espacio al que va la gente, pero en la noche, en la oscuridad y que los lleva a otros lugares. Es lector quechua o ladino,  que relaciona noche con sentarse y “informarse” de otras cosas por lo que ve y escucha.
66
Tutayasqa wasi,
Allinta tiyaykachispa huk llaqtakunaman
Runakuna apaq.
Casa oscura hace sentar bien a la gente la lleva a otras ciudades.

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Los harawichanti, los poemitas (50 en total), tiene ese leve encanto de la poesía. Tiene todas las características de yaravíes, solo que esta vez, en la brevedad, ahora sí propia del hayku, una situación que se resuelve en un segundo enunciado. En líneas generales sigue con la tradición de amor perdido o anhelado, pero al mismo tiempo aparecen temas que tienen que ver con el despecho (17, 21) o en su efecto, la condición social que se percibe en los poemas 3,  32, 40 (“lluqsimuyta llaqtanchik”),  41 etc. El esquema tradicional de la poesía quechua se observa en que el sujeto lírico difiere su voz, para apelar a otro (naturaleza, cosa, etc.), en este caso a las aves, chiqucha (:1)
Sumaqllaña waqaq chiqullucha,
miski takiyta
yachaychiway
qam hina
ñuqapas sunqu suwa  kanaypaq.

Se aprecia, aquí el recurso tradicional, no es el individuo el que aflora sino matizado por la presencia de un tercero (chiqullucha), la canora tiene un saber, por lo que le pide que comparta, que él desea robar corazones (sunqu suwa).

En el harawicha 3, una economía lexical alcanza un brillo singular, pues combina un asunto cotidiano “qasi” (pan) y “chapla”, para definir las relaciones en términos sociales:
Wakcha qasiyta millapakuspan
Apupa chaplanta maskachkanki
Despreciando mi pbre pancito
Esa buscando la champla de un adinerado.

Amores perdidos, despecho y amores irresueltos, tentado, absorbentes. El despecho aparece como un tono contemporáneo, inevitable (12):
Mana kuyana acha uma pasña
Puchquyarusqaqa
Imananchu ripukuypas.

El hablante convierte al objeto de deseo en algo despreciable, ya no habla de cualidades positivas, no hay ternura en ello. La imagen de una mujer cabellos desordenado e insoportable, una historia que no se cuenta pero imaginamos. A diferencia del amor dolido, obsesivo, desbordante:
Qupapi wischusqa sutikitam
Waqastin quqarichkani
Tu nombre que en el basurero estaba,
Llorando lo estoy recogiendo.

Sujeto lírico de entrever su obsesivo amor, que aun de la “qupa” es capaz de recogerlo “quqari”. De igual modo, el dominio de la nostalgia de un tiempo ya transcurrido (27, “perro”;  28, “molle”).

Un segmento importante se asocia con el tema de la propia poesía o el dominio de la palabra. Si está como elogio del poema o como los límites de la palabra. Entonces, quien habla en el poema, el amante o la amante:
Manachu simiki kan rimanaykipaq
Karullamanta
Rumichakuna chanqamunaykipaq.
¿No tienes boca para hablar?
Y me estés tirando piedrecita
Desde lejos?

Esta primera lectura indaga la importancia de la palabra. Pero al mismo tiempo pone en tensión las otras formas de lenguaje (tirar piedritas). Lenguaje de lo posible que alcanza los límites de la incomunicación en los tiempos de ahora, es decir, ya no se estaría entiendo el lenguaje de las piedritas.

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Con el libro de José Antonio Sulca Effio nos llama la atención por esa forma renovadora de hacer poesía, una economía lexical en todo el libro, breve pero contenciosos. Experimentalismo que en los watuchis y los harawichakuna alcanza un vuelo singular y una sensibilidad conmovedora, como siempre, de la buena poesía, la de un poeta sabe ser leal a la tradición quechua y que al mismo tiempo, desde el ahora, lo renueva. Poesía sencilla, pero brillante, con un ritmo que nos resulta extremadamente grato. 



[1] Sulca Effio, José Antonio. Watuchi, hayku, harawichantin. Lima: Ed. Amarti, 2016.

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